TEtl principal partido de la opocición se ha enfrascado en una historia de propuestas-anzuelo que inaugura una nueva etapa del parlamentarismo, aquella en la que un grupo propone y vota a favor de algo que no quiere. Esperemos que la moda sea pasajera y no dañe la salud mental de unos ciudadanos que, además de entender las propuestas del PP, tendremos que averiguar si van en serio o de farol. Pero es preocupante que el alejamiento de los parlamentos de la voluntad popular se lleve hasta el extremo de modificar las normas y convertirlos en un mal reflejo de la expresión de los votos. El argumento usado parte de una gran mentira: los pequeños partidos periféricos no tienen más diputados que los que sus votos merecen y las únicas fuerzas con más representación que papeletas son, precisamente, quienes quieren hacer más grande la sangrante herida que hace que el parlamento no refleje fielmente la voluntad de los electores. La gobernabilidad siempre necesita diálogo: dejar a las minorías del nacionalismo fuera de los parlamentos no mejoraría la gobernabilidad, convertiría en extra-parlamentarios a quienes merecerían estar representados y, sobre todo, sería profundamente antidemocrático.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos