Al aprobarse la vigente Constitución Española de 1978 se crea un nuevo Estado social y democrático en la que se establecen como ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Como consecuencia de ello los grupos de la Cámara aprueban por unanimidad el 20 de noviembre de 2002 una histórica resolución por la que se comprometen a promover y apoyar cuantas iniciativas se tomen para honrar a todas las víctimas de la guerra civil y de la represión franquista. "El Congreso de los Diputados reafirma una vez más el deber de nuestra sociedad democrática de proceder al reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que fueron víctimas de la Guerra Civil española, así como de los que padecieron más tarde la represión de la dictadura franquista. Instamos a que cualquier iniciativa promovida por las familias de los afectados que se lleven a cabo en tal sentido, sobre todo en el ámbito local, reciba el apoyo de las instituciones, evitando, en todo caso, que sirva para reavivar viejas heridas o remover el rescoldo de la confrontación civil".

La memoria histórica es necesaria para reconocer nuestros errores pasados y evitar que se vuelvan a repetir. El olvido no es posible si queremos la verdadera reconciliación- "No desaparece quien muere, sólo a quien se olvida". Y "El pueblo que olvida su memoria está obligado a repetirla", decía Ortega y Gasset .

XEN NUESTROx país la memoria ha sido, y es en algunas personas aún, tergiversada por los individuos que quieren justificar aquellos nefastos hechos, sinónimo de rencor, y el olvido de reconciliación.

Al tratar de superar con el olvido las heridas de la guerra civil, y sobre todo de la represión fascista que empezó en el mismo momento de iniciarse el golpe y se extendió muchos años posterior a la victoria de los subversivos, se comete un error y una injusticia, porque como dice Laín Entralgo : "El trauma de la guerra civil española no se superará mientras no se sepa la verdad de todo lo ocurrido".

Los muertos entre los vencedores han sido constantemente recordados con monumentos, calles, desfiles, noticiarios...; no así los muertos y represaliados entre los vencidos por la cruel represión franquista.

Es hora de que honremos su memoria y les reconozcamos su dignidad que les fue arrebatada ignominiosamente. El pueblo llano y sencillo espera de sus dirigentes actuales que se les recuerde, se les dignifique y se les honre como merece el sacrificio de sus vidas por luchar por la libertad y la justicia social de que hoy disfrutamos. No, no murieron por Dios ni por España como falazmente nos han querido demostrar la propaganda fascista que hicieron los que lucharon por el bando franquista, en esa embustera utilización de Dios en vano que hicieron los vencedores para justificar su acción represiva, con la ominosa bendición de la jerarquía de la Iglesia española, incluso de la vaticana.

Hoy aún se beatifica a curas que murieron en el bando franquista, alegando que murieron defendiendo la fe cristiana. Olvidan interesadamente a los curas, bastantes, por cierto, que murieron asesinados defendiendo la lealtad a las instituciones y al Gobierno legítimo de España, por lo que su muerte fue mucho más injusta. Ello de por sí demuestra la implicación de la Iglesia en el genocidio franquista y esta es una ceremonia más reivindicativa de aquel régimen usurpador.

Esto es lo que avala nuestro propósito de que se eliminen todos los recuerdos en calles y monumentos de quienes propiciaron esta barbarie, militares y políticos, religiosos y seglares, pues a todos los que estuvieron comprometidos con esta ignominia y se levantan contra un poder legalmente establecido, en ese momento el republicano a quien el pueblo soberano, a través de las urnas, había dado el poder, fueron unos traidores a la Patria, faltando al juramento que todo militar hizo en mayo del año 1931 de defender la ley y el orden, de defensa, en definitiva, la República.

Nuestra legitimidad democrática, la de nuestro país, hunde sus raíces en la legitimidad republicana, y debe, sin olvidar el hecho histórico de los cuarenta años de la dictadura, reconocer que son los principios republicanos que consagraba la Constitución de 1931 los que sustentan nuestra democracia, aunque sea una monarquía parlamentaria nuestra forma de Gobierno actual, o, como dice Peces Barbas , una monarquía republicana.

El olvido total y absoluto del franquismo, de la dictadura, debe ser nuestra contribución a todos los españoles que de una y otra parte murieron tan injusta como innecesariamente.

La verdad, la auténtica verdad, su reconocimiento, ennoblece a un pueblo; la verdad libera y trae la paz a los espíritus. En palabras de Cicerón , no hay nada más hermoso que conocer la verdad, pero hay pocas cosas tan indignas como propagar la mentira intentando mostrarla como la verdad.

Sólo así completaremos la transición, que dura ya demasiados años, por esa reticencia de quienes aún se consideran herederos de la victoria franquista a reconocer la verdad de los crímenes fascistas.

*Maestro