XExl 14 de abril de 1931 los españoles proclamaron en las calles, y previamente en las urnas, su apoyo a la República, pero no sólo al cambio de jefatura del Estado, de transición entre un jefe del Estado coronado por un jefe del Estado elegido, sino que los hombres y mujeres de aquel momento decidieron apoyar los principios, valores y programas que acompañaban a las banderas tricolor: laicismo, democracia, educación, paz internacional, derechos laborales e igualdad.

La República nacía fruto de un proceso social, intelectual y cultural que pretendía poner patas arriba el antiguo régimen y crear una sociedad nueva. Se reivindicaba el fin de la corte real, y junto a ello, paz, pan y trabajo. No era una mera apuesta por la modernización industrial y tecnológica, que venía haciendo la restauración, sino por la modernidad de las estructuras políticas y económicas. Los valores cívicos que asumieron quienes, desde finales del siglo XIX, reivindicaron la República española siguen siendo válidos. Son esos valores, ese programa social y económico actualizado a las necesidades de nuestro momento, el que hoy enarbolamos los hombres y mujeres que apostamos por un proceso constituyente que devenga en la III República Española. República significa ahora poner en marcha un programa de laicismo y federalismo, que tan extraordinarias páginas ha escrito en nuestra historia y cultura desde Pi i Margall . República significa también democracia radical, participación ciudadana, derechos sociales y aplicación real y efectiva de la solemne Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y República es apostar por un modelo económico y laboral cuyo eje sean las necesidades de los hombres y mujeres y no los intereses de los mercados y las bolsas. Nuestra propuesta republicana es una apuesta por algo más que la jefatura del Estado. Hemos conocido una modernidad realizada en el marco de la globalización, basada en el avance tecnológico sin precedentes pero cuyo vértice no es el bienestar de la humanidad, sino la expansión del capital a cualquier precio. La reciente guerra de Irak nos demuestra que los precios, por elevados que sean, se pagan. En este contexto, queremos abogar por la República en su papel determinante de configuración de una sociedad más libre, más igualitaria y más democrática. Es la asunción de un principio irrenunciable: o, en expresión de Aristóteles , "todo es objeto de deliberación o no puede darse la política". La estructura de un Estado, por lo tanto su jefatura, pero también la economía, deben ser objeto de deliberación entre el pueblo. Ni el mercado es la mano invisible de Dios y sus dictados de obligado cumplimiento, ni ninguna ley puede evitar que si los hombres y mujeres así lo desean asuman el protagonismo directo en la política.

La República, como refundación de la política, opone al espectáculo de nuestros cargos institucionales, el valor de los principios y los programas: hablemos de lo que afecta a los ciudadanos, el problema de la vivienda, del paro, de la escasa participación democrática. Y en ese diálogo: propuestas, leyes, decretos. ¡Qué espectáculo bochornoso el de nuestro presidente de comunidad acusando de especulación a políticos y editorialistas! ¡Qué vergüenza en quien sólo acusa sin denunciar ante los juzgados o quien teniendo la oportunidad de aprobar leyes contra ese enriquecimiento ilícito, no sólo calla sino que impide abrir ese debate en el Parlamento!

La República que reclamamos quiere nacer en un proceso constituyente de denuncia y alternativas al actual modelo. Empezamos por reclamar el principio básico de la modernidad, la ilustración y la Revolución Francesa: somos ciudadanos . Si hoy no podemos decidir sobre economía, si se bombardean países pese a la oposición de los pueblos, si las responsabilidades sólo pueden pedirse cada cuatro años, si la monarquía no se puede cuestionar, si se aprueban presupuestos sin el concurso de nadie y si sólo el mercado puede decidir qué somos, qué compramos, qué países pueden avanzar y cuáles son prescindibles, si eso lo asumimos los hombres y mujeres de hoy, entonces sólo somos súbditos con la ilusión del voto.

*Coordinador Generalde IU Extremadura