El paisaje urbano ha vuelto a recobrar la normalidad, atrás quedó la incertidumbre que recorría las calles y el alboroto de las últimas semanas. Ahora le toca el turno a los barrenderos. Junto a las promesas incumplidas se amontonan los restos de la cartelería. Una rutina gris y espesa se apodera de los ojos.

Obedeciendo al mandato popular, los albañiles de la política se han puesto manos a la obra en el empeño de construir una democracia más sólida, estable y cohesionada. Como a quien la constatación de un peligro le ha acercado a la realidad, y se ve en la necesidad de corresponder con actos la confianza depositada en su proyecto, los socialistas, se han propuesto apuntalar los aciertos de las políticas anteriores, al tiempo que procurarán evitar caer en los errores del pasado. Su misión ahora consiste en levantar sobre un solar inédito el edifico de la gobernabilidad, valiéndose de las líneas maestras diseñadas durante la campaña.

La confrontación bipolar es un círculo vicioso, un ácido lento y corrosivo que destruye todo cuanto toca. Frente a ella solo cabe dar continuidad con hechos a los propósitos de concordia esgrimidos a lo largo de la campaña, aunque solo sea para satisfacer las expectativas de los millones de votantes que depositaron su confianza en unas siglas. Para ello deberían empezar por recuperar los consensos básicos en cuanto al modelo territorial del Estado, a la lucha antiterrorista y a la política exterior, porque solo desde la unidad se podrán afrontar, con ciertas garantías de éxito, los retos del futuro.

Independientemente de quien haya salido victorioso en este embate, la ciudadanía ha sabido castigar con su voto los extremismos, y ha premiado la moderación, proporcionándole a los partidos mayoritarios un nuevo impulso en detrimento de los radicalismos, lo que refuerza el sentido de Estado en contraposición a la disgregación territorial.

XA LOS PARTIDOSx, una vez que se sobrepongan de ese primer impacto de euforia o de decepción, les espera realizar las correspondientes lecturas y valoraciones a cerca de los mensajes emitidos por la voluntad popular, ya que solo a partir de la autocrítica se pueden enmendar los errores; las elecciones, además de para elegir a nuestros representantes, sirven como un espejo que nos devuelve la imagen que los ciudadanos tienen de los partidos, y el acierto radica en saber interpretarlas, y en adaptar las políticas de futuro a estas exigencias, asumiendo con lealtad el papel que a cada uno le haya asignado la ciudadanía.

El reforzamiento del bipartidismo y la caída de la radicalidad, hacen que el Gobierno arranque con todas sus posibilidades intactas a la hora de formar Gobierno en solitario, con apoyos puntuales, sin necesidad de tener que supeditar su mandato a exigencias externas, con lo que podrá consolidar su política social y afrontar con mayores garantías unas dificultades económicas, cuyo alcance nadie se atreve a precisar, o contrarrestar las amenazas de un referéndum soberanista; en definitiva retomar el sendero de la moderación, de la sensatez y de la prevalencia de esa idea de Estado que ahora le va a ser más fácil poder mantener.

No ha habido rechazo ni voto de castigo para el partido conservador, al contrario, han experimentado un notable incremento en el número de votos y de escaños, por lo que a pesar de no haber conseguido ser la primera fuerza del país, su triunfo ha contribuido a aumentar su influencia y a consolidar el liderazgo de su candidato, si no han alcanzado su objetivo, tal vez haya sido porque no han dispuesto de los mimbres necesarios para articular una propuesta seductora, o porque los partidos tienen un suelo y un techo y en la medida en que aumentaba la participación disminuían sus posibilidades, algo a lo que es ajeno su líder, ya que de haber ocupado otro su lugar, el resultado no hubiera variado significativamente, la gente vota en función de las políticas, de ahí que en algunas zonas hayan arrasado y en cambio en otros lugares el voto se les haya resistido.

Por otra parte la ciudadanía ha sido más indulgente con los fallos de los socialistas, que con el catastrofismo de los populares, tal vez porque a los primeros los ha visto rectificar en más de una ocasión y no parapetarse tras el burladero numantino de sus propios errores.

El parlamento ha mermado en cuanto a pluralismo, pero ha ganado en cuanto a gobernabilidad, en las actuales circunstancias éste es un dato reconfortante, porque ayuda a dar más consistencia a las instituciones y mayor fortaleza a la hora de afrontar los problemas que están por venir.

Bien sea porque muchos han buscado refugio en el voto útil, bien porque han preferido votar contra alguien para cortarle el paso, la conclusión es que las formaciones de ámbito nacional han resultado fortalecidas, así las cosas, ya no existen excusas, ni vasallajes que justifiquen las políticas erráticas, y la responsabilidad de lo que a partir de ahora se haga, será única y exclusiva de sus propios autores.

*Profesor