XAxhora, mientras se desarrolla el Festival de Teatro Clásico de Mérida, se nos pregunta que cómo es posible que uno de los más maravillosos teatros del mundo haya permanecido enterrado y olvidado tantos siglos. Lejos de pretender una respuesta en toda regla, nos atrevemos a realizar un apunte. Es conocido que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla, en este sentido las gentes del teatro somos esenciales para que la memoria de los pueblos permanezca. En este año dos mil cinco ha ocurrido algo en Mérida que puede ser significativo para comprender la ruina de un espacio teatral.

Hace algún tiempo, un puñadito de personas apasionadas por el teatro, nos decidimos a rescatar de la ruina y del olvido al teatro María Luisa de Mérida. Desde los primeros momentos encontramos eco y apoyo en un sinfín de voluntades individuales y sociales y en un amplio abanico de profesionales y amantes de las artes. También encontramos, como es natural, disparidades de pareceres y algún disparate que otro. Suponíamos que la tarea no iba a ser fácil y que el camino iba a ser largo, por suerte y de momento, no va siendo así. En el teatro y en el quijotismo no es costumbre que las cosas terminen bien y pronto pero, miren ustedes, a veces toca. En las abandonadas puertas del teatro María Luisa, cerradas hacía ocho años por la desidia cultural, y con la excusa del Día Mundial del Teatro, nos concentramos un buen manojo de sensibilidades exigiendo a las autoridades competentes que "lo queremos abierto, vivito y coleando, ¡Ya!"; luego, sin subvenciones y sin que nadie cobrara un eurillo, organizamos una gala teatral y musical que ya quisieran muchas de renombre y tronío, donde pudimos disfrutar las actuaciones de artistas que, además, reclamábamos ese teatro y más espacios donde poder desarrollar nuestras artes y artesanías en la ciudad. Entonces comprendimos que, a pesar de llamarnos utópicos y románticas en el mejor de los casos, nuestro querido teatro volvería a un nuevo esplendor artístico y abandonaría su arrinconada y cadavérica existencia a la que le habían conducido las autoridades, en este caso, incompetentes. Comprobamos que en esta ciudad está enraizado el amor teatral y que no habría dificultad, ambición o egoísmo político que impidiera por mucho tiempo que el María Luisa recobrara su palpitar cotidiano con el trajín artístico. Ahora, cuando el Consejo de Ministros compromete su rehabilitación, no queremos lanzar todos nuestros fuegos artificiales de momento, la traca final la haremos cuando el telón vuelva a subir y el quehacer cotidiano del teatro sea una realidad social y artística. Tenemos que comprobar que se hace a buen ritmo, que no haya chapuzas arquitectónicas o técnicas, que realmente sirva para lo que reclamamos; para que todos y todas podamos disfrutar de él y sirva de referente artístico para quien lo necesite. Entonces brindaremos y, mientras tanto, observaremos con mucha atención la escena de quienes tengan que gestionar la rehabilitación de un viejo y querido teatro para que tenga todas las posibilidades necesarias para el arte del siglo XXI.

En esta reivindicación hemos tenido suerte y alguna mano amiga del mundo teatral con posibilidades políticas que ha sabido escuchar. No podemos decir lo mismo de nuestro señor alcalde por mucho que, ahora, quiera colgarse la medalla. Nos consta que en su día manifestó literalmente que en Mérida "ya hay teatros suficientes", que éramos "unos culturetas" y "progresistas de segunda mano" y, aunque la memoria es una herramienta para el mundo teatral, otras linduras que preferimos olvidar. Pero, a lo que íbamos, si no hubiera existido un movimiento social reivindicativo y unas personas con la suficiente generosidad y atrevimiento dedicadas al arte del teatro en la ciudad de Mérida durante todo el año y no sólo durante el evento del festival, si en lugar de predominar el bien y el sentido común por encima de los rifirrafes de poder, con toda seguridad el teatro del que hablamos se habría hundido en la miseria y en el olvido y quién sabe si dentro de algunos siglos habrían de rescatarlo como nuestro Teatro Romano.

*Actor