Está el mundo financiero revuelto por ruedas de prensas, subidas «enfrentadas» de bancos centrales, rallies bursátiles. Pero un central punto de interés sigue siendo la sucesión de noticias en el sector bancario. En España, en concreto, han coincidido dos relevantes en una semana. Una coincidencia que bien puede servir como improvisada clave para desentrañar hacia dónde se dirige la banca.

El jueves se hacía oficial la «fusión» de Bankia con Banco Mare Nostrum (BMN). Las comillas están apostadas con toda intencionalidad: si políticamente interesa hablar de una fusión, que otorga un punto de voluntariedad, es solo un aspecto (formal) que en la verdadera operación --absorción por parte de Bankia-- está lejos de tenerse en cuenta. No trataremos de evaluar la conveniencia de la operación ni cuantificar el posible éxito de una integración que --de primeras-- debo reconocer que cobra sentido desde más de una perspectiva. Apartaremos esa «tarea», que es viernes, para centrarnos en la «deconstrucción» más básica: el movimiento en sí.

Ahora sumemos otra equis más a la ecuación. A ver si así encontramos esa clave promisoria del inicio de estas líneas. Al mismo tiempo del matrimonio Bankia-BMN, Ibercaja (otra caja de cajas) anunciaba la apertura de negociaciones para un ERE, que afectaría al 10% de su plantilla. Lo cual se traduce en el cuarto ERE desde 2013, y que se estima afectará a más de 600 empleados.

De un primer vistazo, lo que sugiere la coincidencia es que se reabre el proceso de composición del puzle bancario en nuestro país. Esa «herida» abierta en el sector desde el lejano 2008 y que, como en un juego de matrioskas rusas, ha ido jibarizando y reduciendo el número de entidades en el mercado. Lo que viene será una vuelta de tuerca más, y de sobra conocida: menos entidades, cierre de oficinas, ajuste de costes y sacrificio de empleos.

Todo ello ya sugiere que miremos más allá. Y salta la clave: no es un proceso de concentración o defensa de la banca. No. Es la quiebra del modelo tradicional de banca. Ya no hablamos de liquidez (bola salvada por efecto de los bancos centrales) ni solvencia (siempre se podrá ampliar capital) sino de rentabilidad. A la banca, la mayoría de sus actividades tradicionales ya no le son rentables. Y no es una cuestión «ibérica», incumbe a toda Europa.

El problema se centra en la sustitución. Hasta ahora, especialmente en Europa, las entidades competían entre ellas, en un mercado altamente regulado y contando tradicionalmente con el respaldo de bancos centrales. Que ejercían de supervisor, sí. Pero también de «primo de zumosol»; técnicamente, prestamista de último recurso. Era un escenario competitivo, pero igualmente altamente definido y con espaldas cubiertas. Y que, además, no existe en otras latitudes (USA, Latam, Asia) donde la separación público/privado está más acentuada.

Ocurre que las grandes compañías tecnológicas, muchas de ellas originadoras de un proceso disruptivo en la sociedad, en muchas ocasiones han ganado el terreno del «día a día», pero sin conseguir monetizar su inversión. Ese ha sido el caballo de batalla de algunas de estas compañías, hasta que han encontrado una vía (lo cuento así, pero no ha sido ni casual ni fruto de la improvisación) en el uso de los datos personales. Esto les permite «cerrar el círculo» del servicio al usuario: conocer tus preferencias les permite darte a elegir entre restaurantes que te gustan, que hagas la reserva, que tengas un taxi esperando y que pagues todo cómodamente. Desde el mismo sitio: tu terminal móvil. Es decir, una reducción tremenda de costes que permite cobrar mínimo ajustado por esos servicios de pago, que la banca tradicional sigue estrujando en un intento (vano) de mantener una rentabilidad que se escapa paulatinamente en el retail bancario (digamos, banca comercial).

Facebook ya prepara un desarrollo que permitirá comparar y reservar hoteles, restaurantes, viajes, desde su aplicación, sin coste y sin necesidad de engrandecer una (enorme) base de clientes. En paralelo, se permitirá el pago desde Whatsapp, a través de pasarelas no bancarias. Recordemos que Facebook es, desde hace un par de años, la propietaria de la aplicación de mensajería.

Es sólo un ejemplo, pero muy tangible e imaginable, de un nuevo modelo de transacciones económicas que va a venir. Por no hablar de la entrada de fondos y capitales privados en el sector de financiación (muy agresiva en USA). Todo ello va a exigir de la banca mucho más que aplicar el manual de recetas básicas o aferrarse a mantener clientela y volumen.

Queda el adagio (clásico, eso sí): reinventarse o morir.