Jamás pensé que mi madre tuviera que ir a una residencia de mayores. Fue mi último recurso, antes de quemar todas las naves de las que disponía. Tengo la suerte de que está a poco más de cinco minutos de mi casa, también de que puedo ir a verla a diario, disfrutar de ella, y darle la comida, todo un lujo.

Pero debo aclarar que en ocasiones la atención que recibe por parte del personal que allí trabaja deja mucho que desear. Lo positivo es que son una minoría, no es la regla general. De las enfermeras no tengo queja alguna. Son las auxiliares las que tienen el trato más directo con los residentes, y en ocasiones te encuentras con alguna que parece enfadada con el mundo. Otras, encontrarás, que el cojín anti-escara que le has comprado a tu madre, no se lo colocaron debajo del culo, para evitar esas llagas tan dolorosas. Incluso, cuando vas a besar a tu madre notarás que su pecho está empapado de líquido, un líquido que alguna inconsecuente supo que se le vertió encima y no dijo nada, como quedó demostrado tras la queja.

La Junta debería de habilitar un servicio que vigilase estas conductas, no en vano, este centro está concertado con la misma, un estrecho contacto con los familiares para oír sus quejas, y actuar en consecuencia. Pues según un dictamen reciente del Observatorio Estatal para la Dependencia, Extremadura es una de las comunidades con falta de voluntad institucional en la aplicación de dependencia.

Para terminar diré que de todas las residencias para mayores que puede haber en Cáceres elegiría para mi madre y sin lugar a dudas, en la que está actualmente. Diría el nombre pero no me siento con autoridad para ello. Tiene una directora inmejorable, de conducta irreprochable, y que sí, que sí se preocupa para que todo esté bien, que da las órdenes oportunas para que así sea, solo que ella no puede estar en todos sitios, y estos pequeños grandes detalles los ignora.

En definitiva, todos los trabajadores son profesionales. Cumplen honestamente con su trabajo, exceptuando a los mencionados, que son pocos, casi ninguno, pero dañinos.

Angel Iglesias Mora **

Cáceres