Ocho mujeres integran ya la lista de mujeres asesinadas víctimas de la violencia de sexos, en algunos casos de la manera más cruenta que existe y en otros llevándose por delante a hijos y a madres. ¿Por qué no nos indignamos ante tanta mujer asesinada y ante ese montón de criminales sueltos? ¿Qué diferencia existe entre los crímenes cometidos por terroristas y estos otros llevados a cabo en ámbitos familiares, pero no por ellos menos condenables?

Hemos salido a la calle pidiendo la paz cada vez que un terrorista mataba a un demócrata independientemente de su ideología, profesión, o cuerpo al que perteneciera. Las administraciones públicas se han concentrado en las puertas de sus sedes pidiendo paz y justicia. Muchos de nosotros hemos mostrado nuestras manos blancas en señal de duelo y gritando ¡BASTA ! Y en esto, no mostramos la misma capacidad de indignación, como si no fuera con nosotros, o tal vez pensando que nunca vamos a vivir una situación tan terrible, o quizás porque estamos convencidos de que somos inmunes a esa clase de violencia.

Es inaudito e intolerable después de tantos años de democracia, después de haber soportado una dictadura en que la mujer era considerada como inútil y mero objeto de transmisión permanezcamos impasibles ante noticias de mujeres cruelmente asesinadas a manos de sus parejas como si a tales noticias nos hubiésemos acostumbrado. Y es que por desgracia estas noticias tienen redundancia cíclica, ya que ocupan un espacio fijo como la meteorología o los deportes y más a menudo de lo que deseamos vemos, leemos y escuchamos como indeseables matan a sus parejas creyéndose dueños de la vida y de la muerte de las personas con las que alguna vez han convivido y si el año anterior fue espeluznante el balance no es más halagüeño el que ahora iniciamos. A estos desgraciados hechos hay que añadirles que cada día son más jóvenes la víctimas que mueren a manos de estos salvajes. Jóvenes que llenan las universidades, jóvenes que no han vivido la opresión, ni la lucha por la libertad, que han tenido acceso a la educación y respeto a su capacidad intelectual. Está demostrado que la violencia de género no es patrimonio de un determinado estrato económico, cultural o social, y muchas de estas jóvenes que mueren asesinadas a manos de sus parejas han sido las primeras de sus familias que consiguieron una titulación, y no porque a sus predecesoras les faltase inteligencia y ganas de estudiar.

XNO SEx debe perder la capacidad de indignación, cruzarse de brazos y esperar porque la violencia de género es la violencia de los derechos humanos más generalizada. Es una experiencia traumática para cualquier persona que la padezca, y todos sabemos que es más corriente contra mujeres y niñas. Esta clase de violencia afecta a la salud, la dignidad, la seguridad y la autonomía de las víctimas, y lo peor de todo es que las consecuencias son devastadoras y el riesgo para los sobrevivientes y descendientes es fatal ya que es previsible que los niños que son testigos de este tipo de violencia padezcan daños psicológicos durante toda su vida. La violencia doméstica no es un solo problema legal, sino cultural y social. Por eso además de las leyes que son la base fundamental donde poderse agarrar necesitamos la implicación general, y sobre todo, necesitamos de la decisión firme y fuerte de las mujeres a la hora de denunciar ante cualquier atisbo de violencia física o psíquica, porque una lleva aparejada la otra, y cuando aparece no suele haber parangón. En un gran número de casos la independencia de las mujeres no es aceptada y sus parejas acaban matándolas, sin más, y otro tanto de casos son invisibles para la justicia porque las mujeres no se atreven a denunciar. Por desgracia hay hombres que no quieren perder los privilegios con la sustitución de la ideología de corte machista con otra ideología de corte igualitario, y en ocasiones la reacción suele ser brutal. Desde hace mucho tiempo, la violencia contra la mujer había quedado oculta por una cultura del silencio, y aún hoy es difícil obtener estadísticas fidedignas dado que no se denuncia debido a la vergüenza, el estigma y el temor a la venganza. Tenemos que ser capaces de erradicar todo esto, de buscar una fórmula que acabe con esta lacra social que arruina la vida de tantas familias, y sobre todo, encontrar la implicación y apoyo moral de todos los ámbitos sociales.

*Responsable de Políticaspara la Igualdad en el PSOE