TPtarece ser, y a los hechos nos podemos remitir, que nos encontramos en uno de los momentos de más tensión y confrontación de la era Zapatero , donde no faltan polémicas reformas y algún que otro conflicto, casi siempre aprovechado de manera poco afortunada por el principal partido de la oposición. El último de los acontecimientos se centra en la puesta en marcha de una nueva ley de educación, la LOE, cuyo contenido desconozco a fondo, pero ha generado un amplio debate en todos los sectores de la sociedad e incluso ha llevado a miles de ciudadanos a echarse a la calle a reivindicar algunas cuestiones que, de alguna manera han sido manipuladas o mal interpretadas con claros fines partidistas.

La Religión cristiana y la institución que la defiende, son quizá algunos de los valores de nuestra sociedad que más deben ser tenidos en cuenta, por la tradición y el arraigo en la sociedad, por la contribución a la cultura, a la conservación del patrimonio, por las labores sociales y asistenciales, y por toda una serie de circunstancias que merecen como mínimo el respeto y la infatigable tarea de buscar el consenso. El cristianismo no es exclusivo de una opción política determinada, se trata de una religión compartida por muchos ciudadanos, de todas las edades, de toda condición social y también, de toda condición política, por sorprendente que nos pueda parecer. Por tanto, creo que no podemos atacar y posicionarnos ante esta cuestión, sin pensar en el daño que podemos causar a la población en general, e incluso a aquellos que están y pertenecen al mismo partido en el poder y que, para nada, comparten tales argumentos. Que es necesario revisar los acuerdos sobre financiación de la Iglesia y adaptarlos a los tiempos que corren, de acuerdo. Que la sociedad demanda reformar las reglas de juego de la educación, adelante. Pero siempre desde el respeto a lo más íntimo de los ciudadanos, a las tradiciones y a las libertades fundamentales del individuo.

Por tanto seamos prudentes en la negociación y en el diálogo, evitemos la confrontación social entre la ciudadanía y sobre todo, no nos precipitemos en la toma de decisiones tan trascendentales para la sociedad en general y para el amplio colectivo que constituye la Iglesia en particular. Sólo así se podrá hacer gala de la madurez democrática que decimos poseer.

*Técnico en Desarrollo Rural