He tenido que frecuentar durante varios días el hospital de Mérida por tener ingresado un familiar. Ha sido en la segunda planta.

A nadie le gusta estar internado en un centro hospitalario, porque eso denota un problema de salud, pero si no hay más remedio, deseas estar en habitaciones nuevas, espaciosas y cómodas, para que, dentro de lo malo, esa sensación de malestar y tristeza sea más llevadera. Y así son, por lo menos, las habitaciones de la segunda planta.

El problema está, en que los que visitamos a los enfermos, no cuidamos esas instalaciones, no colaboramos en mantenerlas como si fueran parte de nuestra propia casa.

En las paredes de los pasillos, en espacios preparados para ello, hay mensajes de los que he escogido dos: "La sanidad es de todos, cuídala", "El silencio es paz y tranquilidad".

A pesar de ello y de estar prohibido por ley, se fuma en los aseos y se usa los portarrollos del papel higiénico como ceniceros. En las paredes se apoyan los pies. Algunas habitaciones parecen pateras por la cantidad de visitantes que hay dentro y que con los murmullos y voces molestan a los enfermos.

Vamos a ser más responsables y cambiar nuestros comportamientos, porque mañana podemos ser los inquilinos de esa gran casa, donde los profesionales sanitarios intentan curarnos de nuestros males.

Antonio M. Olivas Salguero **

Mérida