No tiene color esta marea que se levanta para protestar contra la ingratitud, la inacción culpable, la falta de ideas, la imprevisión y también el oportunismo político. Y, sin embargo, tiene todos los colores de nuestra infancia y nuestra juventud. Y huele a todos los desayunos de nuestra vida, y a sudor jornalero y a humo de fábrica, y a tinta de oficina, a madera de pupitre, a tiza, a asfalto de autovía y a gasolina. A todos esos olores que respiramos en la España próspera que fueron levantando con su trabajo diario, mientras pagaban sus créditos para comprar el coche, soportaban unas hipotecas desvergonzadas para pagar su hogar y cotizaban para mantener las pensiones de sus contemporáneos. No solo construyeron la democracia, sino que, cuando España se cansó de ir bien, sostuvieron también a sus hijos, titulados, pero parados, y cuidaron de sus nietos, aunque para hacerlo tuvieran que privarse de lo que por justicia les pertenecía. Paliaron en gran medida el dolor de tantas familias sufrientes y suyo es también el mérito de la pretendida recuperación.

A ellos ahora un ministro les dice que es muy antiguo eso de que sus pensiones se revaloricen según la inflación, un gobernador del Banco de España les insinúa que vendan la casa que pagaron con intereses descomunales y un presidente les susurra que no es que él no quiera subirles la pensión, como si dependiera de su santa voluntad, sino que no puede.

No es enfermedad española sino humana el desasosiego, pero es que en esta tierra nuestra es más fácil considerarse hijastro que hijo. Si hay un colectivo que merece gratitud, respeto y justicia es el de los pensionistas. Y esto no es ni demagogia ni populismo sino una verdad más fácil de pronunciar que de respetar. Porque los mayores merecen, no ya la tranquilidad con la que soñaron en su juventud, ni la reparación por sus desvelos, sino sobre todo respeto.

Así que una, entre la impotencia ante los que les niegan lo que es suyo y la rabia ante los que pretenden utilizarlos políticamente, llamaría a unos y otros con gusto majaderos. Si sirviera para algo.