El "cese temporal de la convivencia", en forzado eufemismo utilizado por la Casa Real, entre la infanta Elena y Jaime de Marichalar pertenece, en primer lugar, al ámbito de lo privado, por lo que debe tratarse con absoluto respeto, el mismo que los medios mostraron en general con el fallecimiento de la hermana de la princesa Letizia.

Pero sería absurdo ignorar que esa ruptura del matrimonio establecido en Sevilla hace 12 años representa una novedad en una familia, la del rey Juan Carlos, que hasta ahora aparecía ante los españoles como idílica. Desde ayer, la familia real española comparte con otras célebres dinastías europeas las separaciones matrimoniales.

La infanta Elena, hija mayor del Rey y que durante mucho tiempo fue la segunda en la línea sucesoria de la Corona española, ha tenido un comportamiento público correcto y discreto que debe ser valorado en este momento difícil en lo personal para ella y para su marido.

El previsible interés que su separación suscitará en la prensa nacional e internacional de todo tipo --incluidos los más infames productos amarillos-- va a poner a prueba el carácter de ambos.

Por lo demás, la noticia llega en un momento en el que el Rey y la institución monárquica española están en boca de todos. Los episodios de las caricaturas del semanario ´El jueves´, las quemas de retratos reales por grupos minoritarios radicales en Cataluña, las críticas vertidas en las últimas semanas desde la COPE, la polémica visita la semana pasada a Ceuta y Melilla y, finalmente, el rifirrafe entre el Monarca y el presidente venezolano, Hugo Chávez, en la cumbre iberoamericana de Santiago de Chile han marcado unas semanas inesperadamente difíciles para la Corona. La monarquía sigue registrando, no obstante, una alta valoración entre los españoles, que ven en la institución una garantía de estabilidad.

Sin embargo, la crispación que ha generado en esta legislatura la oposición frontal del Partido Popular y la artillería de sus medios afines, ha terminado por salpicar a la figura del Rey, que por primera vez se ha visto envuelta de manera nada deseable en la batalla política.

La serenidad propia demostrada siempre por el rey

Juan Carlos y la experiencia acumulada por su entorno han sido puestos a prueba en este ´annus horribilis´, del que el

Rey, paradójicamente, puede salir reforzado.

Pero para evitar mayor desgaste de la figura de la Casa Real española sería bueno subrayar que los miembros de la familia Borbón son también humanos, como demuestran el calentón de Juan Carlos ante Hugo Chávez --que ha estado en boca de todos y ha dado la vuelta al mundo por lo inusual de un rifirrafe de este tipo en público entre dos mandatarios-- y la crisis en el matrimonio de su hija.