Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística sobre la población suponen un leve respiro demográfico para Extremadura, porque por primera vez en los últimos diez años, el 2008 cerró con un saldo positivo entre nacimientos y defunciones: nacieron 528 niños más que las personas que murieron. Este hecho, sin embargo, apenas atenúa la realidad de los nueve años anteriores en que murieron 5.000 personas más de las que nacieron, ni atempera la realidad de la pirámide demográfica de la región, cada vez más ancha en la franja de las personas mayores y más estrecha en la de los niños y jóvenes. El envejecimiento de la población tiene que ser por fuerza, un criterio decisivo para calcular la financiación autonómica. Extremadura, por otro lado, no participa del boom poblacional que ha experimentado España en los últimos años, que ha permitido que el número de habitantes haya crecido más del 10% en lo que va de siglo. En el año 2008, apenas creció en 2.600 habitantes, con una tasa de incremento del 0,2%, por encima solo de Castilla y León. Quizás no haya indicador más fiable de la vitalidad productiva de una zona que los movimientos de la población. Y, por lo que muestra el INE, nuestra región no es atractiva para venir a asentarse.