Es perfectamente anormal que un tema de carácter económico, como es una OPA sobre una eléctrica --por muy supereléctrica que sea- como Endesa, acapare la atención de la opinión pública y concite críticas de procedencia muy diversa (que no se equivoquen: no vienen solamente de los cuadros del PP) contra la actuación del Gobierno. Un Gobierno que saborea las mieles de los dos primeros años de su mandato en medio de críticas bastante favorables a otras muchas de sus actuaciones.

El apoyo gubernamental a la OPA presentada por Gas Natural sobre Endesa, frente a la alemana E.ON, ha ido más allá de lo que correspondería de acuerdo con las buenas leyes del mercado. La cuestión se ha enmarañado jurídicamente, económicamente, éticamente y estéticamente: no hay sino que ver el papelón que se ha hecho jugar a organismos reguladores teóricamente independientes, como la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la Comisión Nacional de la Energía o el Tribunal de Defensa de la Competencia. Ahora, con el Supremo hemos topado, tras enfadar a la Comisión Europea, a los alemanes --pese a las buenas caras entre Zapatero y Merkel -- y a buena parte de la opinión pública española, que no acaba de entender qué diablos ocurre aquí, ni el porqué de la obligatoriedad del triunfo de una OPA sobre la otra. ¿Un mero episodio de catalanidad? ¿Promesas preexistentes? ¿Una cacicada de un ministro concreto, que no podría ser otro que el titular de Industria, José Montilla ?

XNADA LEx ha podido venir peor a la OPA de Gas Natural --que todo indica que ahora buscará nuevos caminos-- que este torpe apoyo gubernamental. Que ni siquiera ha sabido salir a la palestra a explicar claramente a los españoles por qué la opción de Gas Natural es mejor que la de la empresa alemana. Claro que una personalidad como la de José Montilla, tan acostumbrada a manejarse en los subterráneos, sería por completo incapaz de comparecer ante la opinión pública, dar la cara, mirar de frente y analizar ventajas e inconvenientes, que es algo que, desde luego, nunca se ha hecho desde un Ministerio de Industria que ni siquiera ha sido capaz de hablar claramente a los españoles para, responsablemente, explicarles algo que a los ciudadanos, en cuanto que consumidores, les compete, como les compete a los accionistas de las empresas en cuestión. A quien no le compete --y que no nos vengan ahora con monsergas de sectores estratégicos en una Europa que ha entregado hasta las monedas nacionales en el apresurado altar de la unificación-- una intervención tan directa, por otra parte nunca confesada abiertamente, es al Gobierno.

A ese Gobierno que mañana domingo, con justa euforia, porque han sido bastantes las cosas buenas realizadas, celebra sus dos primeros años de existencia. Y que debería depurarse de sus elementos más negativos, más maniobreros, menos claros, con actividades incompatibles con el ejercicio de sus departamentos ministeriales. La situación marrullera creada, que salpica incluso a la Generalitat de Cataluña, y hasta a empresas tan respetables como Gas Natural y la Caixa o Repsol, o como Endesa --que son, con sus accionistas de referencia, las llamadas a entenderse-- tiene que saldarse con la salida de algún responsable político, para que no sintamos la sospecha de que este disparate se está llevando más allá de lo sensato por cuestiones que la razón no entiende, o quizá sí.

*Periodista