TTtenías 18 años, te ibas al cine donde echaban El séptimo sello , porque te lo había recomendado un profe, y salías de la sala con la cara a cuadros, sin saber a qué carta quedarte. Pero, de vuelta a casa, mientras pensabas en la compañera aquella con ojos de gacela, intentabas atar cabos y te acostabas más hecho un lío que la noche anterior. Y en pleno sueño se te aparecían aquellos dos tipos, separados por un tablero de ajedrez, y a la mañana siguiente aún no habías dado con la respuesta a ninguno de los grandes enigmas que te parecía que allí, en el rostro de la muerte pálida y del caballero, estaban a la espera de que alguien los desentrañara. Luego, pasado un tiempo, empezabas a decir a los amigos que también andaban a vueltas con la partida de ajedrez y con otras insinuaciones contenidas en el silencio hipnótico de los personajes de Ingmar Bergman : "La respuesta es que no hay respuesta".

--No te fastidia, replicaban.

Pasados unos años, te topabas con un artículo del crítico Casper Tybjerg y con la metafísica calvinista del director Carl Theodor Dreyer , y te quedabas otra vez a cuadros. "De todo cuanto es humano, el rostro es lo que tiene más interés: es como un sumario del alma", escribió Dreyer. Vuelta a empezar. Otra vez el tablero y la palidez de cera, más Gritos y susurros y Persona , puestas por el sabio sueco a disposición del público para mejor interpretarse a sí mismo. Y entonces te cruzabas en un pasillo de la universidad con un condiscípulo aparentemente metido en el ajo intelectual, le comentabas las últimas jugarretas de Bergman y te salía con que todo aquello era puro existencialismo. Acabáramos: noches en vela, el ser y la nada y un dolor de cabeza de dos pares. Al final, la confusión era la misma.

Hasta que, por fin, una tarde de bastantes años más tarde, veías Fanny y Alexander y todo quedaba claro. ¡Ah, puñetero!, así que este es el gran secreto: vive y deja vivir, no marees a los dioses con prejuicios y hazte socio del club Carpe Diem. Y, desde entonces, te atosigan otros grandes enigmas: ¿va al cine la Conferencia Episcopal , ¿conoce el juez Ferrín la existencia de Bergman. ¿Quién sabe?