XLxa Política Internacional se tambalea desde las elecciones en Palestina, presentándose diferentes retos a la democracia como nosotros la entendemos. Es probable que los Gobiernos occidentales, se nieguen a colaborar de una u otra forma con el declarado grupo terrorista Hamas, pero a pesar de las grandes dudas que esto plantea a nuestra ética occidental, parece paradójico no obstante que se haya permitido que Hamas fuera la alternativa política a Al-Fatah (Autoridad Palestina), para intentar respaldar una acción meramente propagandística de unas elecciones libres en Palestina. Proponemos que el pueblo palestino vote libremente aquella opción que la mayoría considere mejor, pero cuando sucede lo que se concebía como imposible, Occidente no tiene respuestas para solucionar una crisis consentida por él mismo.

No podemos ahora pretender que Hamas cambie su programa electoral en pro de los intereses internacionales que salen a la luz y quedan patentes en las limitaciones económicas con las cuales castigamos, ahora, al pueblo palestino, por ejercer su derecho libre al voto.

Está claro que no podemos permitir que Hamas controle el ejército, la policía, la educación... no es lógico poner a disposición de una organización como Hamas todos estos recursos para llevar a cabo su propuesta de destruir Israel, ni para servir de aliado con estados como Irán, poniendo sus recursos y la cercanía de sus fronteras para echar a los Judíos de Israel, pero esta es una cuestión que nuestros políticos, acostumbrados a solucionar las crisis internacionales en los despachos, deberían haber sopesado antes de decir abiertamente que respetarían la voluntad de Palestina. ¿No se plantearon que la opción popular podría inclinarse hacia este grupo? Todos sabemos que Hamas es la alternativa social y política más popular entre el pueblo palestino; de hecho Israel es consciente de esta cuestión, ¿por qué la Unión Europea y Estados Unidos no eran conscientes del significado de Hamas para la población? Si ahora coartamos la opción que democráticamente ha elegido el pueblo, es probable que le demos alas, sin desearlo, al fundamentalismo más radical que se intenta abrir un hueco en los ciudadanos, pues daríamos entonces la coartada perfecta a aquellos que acusan a Occidente de la situación precaria de su pueblo y las políticas ocupacionistas que se están llevando a cabo en algunos países árabes.

Este punto de inflexión que se ha producido en Próximo Oriente requiere de una actuación diplomática de gran sutileza, pues puede provocar una reacción contraria a nuestros intereses, los gobiernos más radicales aprovecharían la intrusión de Occidente para promocionar sus posturas reaccionarias, surgiendo un sentimiento de unión nacional basado en el odio, este sentimiento sería más fuerte que la Unión Nacional conseguida por Nasser . La intromisión occidental se interpretaría como un intento descarado de neocolonialismo sin excusas aparentes, pues intentaríamos derrocar a un gobierno democráticamente elegido por un pueblo que está cansado de sufrir la corrupción de sus gobernantes y que apuesta por un Gobierno que entienda sus reivindicaciones y sea capaz de enfrentarse a aquellos que consideran ocupantes de un territorio que no les corresponde. Es decir, han votado al enemigo declarado de Israel.

Lo que sería realmente preocupante y un acto de cobardía y de incapacidad de nuestros interlocutores es que se diera un giro en la política que se está llevando a cabo en esta zona, y por no crear más conflictos intentáramos modificar los términos, convirtiendo a los que declaramos terroristas en guerrilleros , como ya se ha hecho en otras ocasiones. Como ejemplo tenemos al desaparecido Yasser Arafat , que pasó de terrorista a guerrillero para que sirviera de interlocutor sin que levantara suspicacias.

La herida que acaba de brotar en el seno de Próximo Oriente no es ni más ni menos que el reflejo de lo que ocurre cuando estiramos tanto la piel de un pueblo que finalmente se resquebraja pidiendo salidas lejos de las políticas de despacho, buscando respuestas a sus odios y reivindicaciones más profundas. Lo que pide Palestina es lo que muchos pueblos del mundo están reclamando y que parece que no somos capaces de percibir, políticas cercanas que den respuestas a sus problemas sociales, aunque éstas parezcan descabelladas desde nuestra concepción occidentalizada del mundo. No hay que olvidar que con estos grupos terroristas no se puede negociar como lo hemos hecho con tantos otros: ellos mueren por su forma de concebir el mundo.

*Historiadora