Los familiares de las víctimas de la tragedia aérea de Barajas quieren respuestas: emocionales, técnicas, políticas... y sobre todo urgentes. En el plano anímico, solo el tiempo cicatrizará sus heridas. A ello están ayudando una legión de psicólogos, trabajadores sociales y auxiliares llegados desde todos los puntos del país. Su labor está siendo encomiable. Una vez más, España ha demostrado que no tiene parangón en la gestión sanitaria de catástrofes. En los últimos años, la lacra del terrorismo ha obligado a tejer, por fuerza, una red asistencial, tanto para las víctimas como para sus familiares, que ofrece respuestas fiables en casos extremos como el del 11-M o el de Barajas.

En el terreno médico y político, es lógico que, dada la dificultad de identificar a muchos de los cadáveres, las familias teman que se produzcan errores, como ya ocurrió hace unos años tras el accidente del Yak-42. Es aquí donde el Gobierno tiene que garantizar que no se volverán a repetir las negligencias del pasado.

En lo referente a las respuestas técnicas sobre el siniestro, todo hace indicar que habrá que esperar semanas para encontrarlas. Las familias han asegurado sentirse engañadas por Spanair. Entienden que no les ha informado en tiempo y forma y temen que oculte las verdaderas causas del accidente. Humanamente, es comprensible que los afectados quieran encontrar culpables cuanto antes. Pero hay que tener en cuenta que la prisa está reñida, en este caso, con la determinación de las causas exactas de la caída y posterior incendio del MD-82. Confiemos en los técnicos, la policía y la justicia.