España dio en el 2006 un giro muy positivo en cuanto al cumplimiento del tratado de Kioto, que limita las emisiones de gases causantes del acelerado calentamiento del planeta. Durante años, este país ha sido uno de los que en mayor medida rebasó los topes establecidos en ese pacto sobre la base de las emisiones de gases en 1990, hasta el punto de que en el 2005 superábamos ese compromiso en el 52%. La buena noticia es que en el 2006, según un estudio solvente, estamos por encima en el 48%. Es decir, se ha empezado a corregir una tendencia nefasta que nos situaba en uno de los estados menos comprometidos en la lucha contra las emisiones de gases de efecto invernadero.

Ahora bien, sin la energía aportada por los modernos molinos de viento, hubiéramos tenido un nuevo suspenso en el 2006. Es decir, las energías renovables, que muchos expertos del sector condenan interesadamente a un papel secundario, han sido decisivas para corregir uno de los desequilibrios más importantes del sistema de consumo energético español. La conclusión es que hay que seguir apostando por esas vías. Otra de las conclusiones del estudio apunta a que el fuerte aumento de emisión de gases en España se debe al incremento de la construcción, de la automoción y del transporte aéreo. Seguramente, este país no se puede permitir desde el punto de vista de emisión de gases un crecimiento tan acelerado de construcción de viviendas, ni desplazamientos en coche y en avión. Pero para conseguir los objetivos establecidos en Kioto hace falta una movilización general y corresponde a los dirigentes políticos ponerse a la cabeza.