La virulencia de la crisis ha puesto en el escenario de los análisis y los debates varias expresiones. Una de las más frecuentes, entre nosotros, es la palabra competitividad, producir más a menos coste. Tenemos que ser más competitivos, proclaman las patronales y repite el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero , mientras el jefe de la oposición, Mariano Rajoy , lo grita, atribuyendo esa falta más o menos colectiva directamente al presidente. Los sindicatos prometen impulsar la competitividad matizando la promesa con ciertas condiciones. Lo que significa producir más con el mismo coste. Parece que es una exigencia necesaria en nuestros centros de producción en relación con la mayoría de los países de Europa. A partir de ahí, tenemos que dar un salto en la reflexión, ya que se nos repite por activa y por pasiva que estamos en una economía global que nos exige competitividad, ya que vivimos en una sociedad de mercado que lo domina todo. El efecto mariposa en la economía mundial es un dogma del que nadie duda. Pero el significado de la palabra productividad es elástico, no significa lo mismo en España, Estados Unidos, Japón, China, Vietnam o Bangladés. En ciertos países, el pago de la jornada laboral equivale a poco más de asegurar la subsistencia de los trabajadores a base de arroz y poco más. Y en algunos casos una servidumbre laboral muy parecida a la de la esclavitud en la que también se encuentran millones de niños sometidos a horarios infames.

XPERO AQUIx solo quiero hablar de China, la mayor factoría industrial del mundo y donde las revueltas actuales de sus trabajadores, según uno de sus líderes, equivalen a una nueva forma de la histórica Larga Marcha. Esta tiene un signo distinto: los trabajadores chinos quieren participar del gran crecimiento económico, donde un capitalismo silvestre ha conseguido un espectacular crecimiento del 9% sostenido a lo largo de casi 20 años. Es cierto que este capitalismo encuadrado por el Partido Comunista ha sacado a millones de chinos de la pobreza, pero el precio para la mayoría de los trabajadores ha sido demasiado alto, y la corrupción en la privatización de ciertas empresas públicas ha sido muy visible a pesar del silencio de los medios de comunicación. Los servicios públicos de salud y enseñanza se han deteriorado, y eso lo ve la población aunque los medios de comunicación, todos oficiales, digan lo contrario.

Las huelgas de distinto formato que estallaron el pasado mayo en varias factorías de empresas extranjeras, algunas asociadas con chinas, se fueron extendiendo como una mancha de aceite. La federación de los sindicatos chinos, única central existente, se vio desbordada por la realidad. El capitalcomunismo de hoy es muy diferente al mao-comunismo de ayer: uno ha producido riqueza y tendrá que repartirla, el otro solo podía repartir miseria y uniformó a toda China con la monotonía del verde guerrillero. Ahora el panorama visual está lleno de colorido, hay chicas que llevan piercings en el ombligo y muchachos que lucen aros en las orejas, y ambos, increíbles combinaciones de camisetas. Algunas huelgas fueron espectaculares, como la de la ultramoderna fábrica de Honda al lado de Cantón. En las cadenas de montaje se podía oír el vuelo de una mosca, la paralización era absoluta. La mayoría de los organizadores eran de Hunan, provincia que tiene acreditada fama en la producción de revolucionarios, no en vano nació allí Mao Zedong . Después de dos semanas de intensas negociaciones, consiguieron un aumento salarial del 36%. Algo parecido sucedió en otras empresas, especialmente de automóviles. Los trabajadores de las factorías del grupo taiwanés Foxconn escogieron una forma más trágica para atraer la atención sobre su situación: en la fábrica de Shenzhen encadenaron 11 suicidios. Al día siguiente obtuvieron un aumento de salario del 70%.

El Gobierno chino y el sindicato se han dado cuenta del profundo malestar de fondo y tratan de maniobrar. Y han presentado estas huelgas como un movimiento de emancipación de la sociedad china frente al imperialismo empresarial extranjero. Pero eso no basta, necesitarán un cambio de modelo de crecimiento económico si quieren mantener lo que llaman el dominio sobre las masas. China ha sufrido un gran cambio, incluso el conservador ámbito rural se ha sofisticado y la mayor parte ha huido hacia las ciudades. Los dirigentes de este nuevo comunismo ultracapitalista saben que tienen que construir una economía social de mejor calidad, tienen que ampliar en miles de millones la base de consumo interno y formar mejor a los trabajadores. Y pagarles mejor. Se trata de una revolución en el sentido más profundo de la palabra, pero será una revolución con efecto mariposa en todo el mundo. Hay que buscar los equilibrios salariales y también el equilibrio de la productividad. Una revolución de efectos incalculables a la que tendremos que prestar mucha atención. La explotación es el gran cáncer de una economía humana.