Es comprensible, loable y compartido, el afán de la Dirección General de Carreteras por rebajar el espantoso número de muertos y heridos en las carreteras españolas, pero intentar abrumar con leyes y prohibiciones puede producir un efecto contrario, porque ya decía Napoleón que lo más invitador al incumplimiento de las leyes es hacerlas extremadamente rigurosas.

No hace mucho, se popularizó, entre los taxistas, primero, y entre los conductores en general, más tarde, el uso del navegador. Yo mismo era un escéptico, pero en un reciente viaje por Francia tuve la oportunidad de gozar de sus ventajas, en un coche alquilado, y lo cierto es que hubiera perdido mucho tiempo, y me hubiera expuesto a algún despiste, de no ser por las concienzudas y exactas indicaciones del navegador.

Pues bien, parece que la DGT está sopesando la posibilidad de prohibirlo, porque algunos conductores pierden un par de segundos observando la pantalla, y esos dos segundos pueden causar un accidente.

Y es cierto. Pero también se pierden dos segundos, incluso tres, con un estornudo, y parece que no se sopesa la posibilidad de prohibir la conducción estando acatarrado. Hay conductores que pierden, dos, y hasta tres segundos, en mirar la cara del copiloto, mientras les habla, pero no hay atisbos de que se vaya a prohibir que esté vacío el asiento junto al conductor. Lo mismo puede decirse de la lectura de los rótulos de las calles o de los carteles publicitarios que inundan las carreteras. ¿Se van a retirar todos los carteles para evitar los dos segundos de lectura y comprensión? Por no hablar del cambio de dial de la radio, que conlleva otro par de segundos. ¿Prohibimos la radio en el coche? ¿Multamos a los que fuman porque pierden dos segundos, tomando el encendedor del coche?

Hay algo peor que una norma minuciosamente extremada y meticulosa: caer en la estupidez.

*Periodista