Para los anales de parlamentarismo extremeño quedan sesiones de la Asamblea de hondo recuerdo. No es el caso del último debate sobre el estado de la región. No hay casi nada que rememorar. Quizás el gesto del líder de Podemos, Álvaro Jaén, pasándole la responsabilidad de su intervención a la joven diputada Jara Romero para basar buena parte de su reivindicación en las mujeres y la juventud, dos cualidades que agrupa y representa perfectamente. Salvo eso, el titular de que las matrículas de la Universidad de Extremadura van a ser gratis para quienes aprueben todas las asignaturas y el rifirrafe de Monago con Vara para tratar de sacarle de quicio al último, cuestión que a estas alturas de la película debería ya saber el líder del PP que resulta casi imposible. No porque sea mal parlamentario, todo lo contrario, sino porque la personalidad del presidente no permite debates de este calado. Aún con su peor enemigo no hay pelea alguna y, en consecuencia, el ring se desinfla y la estrategia resulta fallida. El ‘KO’ es imposible al no haber cuerpo a cuerpo. O se gana a los puntos o el mejor de los púgiles acaba por tirar la toalla.

El debate sobre el estado de la región se presenta siempre como la cita política de mayor trascendencia de la región. Mide el grado de tensión del gobierno y de la oposición, sobre todo si como es el caso resulta el último de la legislatura y los comicios autonómicos están a la vuelta de la esquina. Sin embargo, viendo la afluencia de público a la Asamblea, escasa por no decir escasísima, el poco interés de la ciudadanía en la calle o las redes sociales y el temple de sus señorías no hay más remedio que atestiguar que ha servido de poco. O cambian el modelo o el formato o aburren a las ovejas y si la política resulta ya de por sí lejana para la gente, con sesiones como las de esta semana, donde se aprueban un montón de resoluciones que luego no se cumplen, no van a enganchar a nadie. Cosas de políticos.

A la vista de los acontecimientos el objetivo de Vara estaba claro a priori: acabar en tablas y no darle protagonismo al adversario. Mero trámite y a otra cosa mariposa. El PSOE dice estar seguro de sus posibilidades en las urnas cara al año que viene y no tiene por qué buscar encontronazos que le pongan en evidencia. Mientras, Podemos trata de arañar cuantos más apoyos pueda para influir después en el futuro gobierno y Ciudadanos confía en las encuestas y el balón de oxígeno que le pueda dar Rivera desde Madrid o Arrimadas desde Cataluña..

El PP es el único que necesita un cambio como sea y tiene cierta prisa. Y es que está claro que, o remueven el charco y las fichas del tablero de juego se resitúan, o la calma chicha en la que andamos metidos convierte las elecciones en un mero paseillo para que todo siga como está o lo que es lo mismo con Vara en el sillón de la Junta.

El problema del PP es que ya no es virgen y su candidato tampoco; ganaron las elecciones del 2011 y gobernaron cuatro años con lo que tienen currículum que mostrar para bien o para mal. La frescura ya no existe como la vez anterior y, en consecuencia, o la fastidia Vara de algún modo en los próximos meses (ya se sabe que unas elecciones nunca las gana el aspirante, sino que las pierde el gobernante) o habrá poco que hacer si, encima, el ciclo económico que acompaña al actual gobierno es mejor que el anterior.

Quedan diez meses para los comicios con un verano de por medio y un congreso extraordinario, el del PP, del que deberá salir una verdadera regeneración después de unas históricas primarias con hasta siete candidatos nacionales. Un cocktail nunca visto cuyo resultado es imposible de predecir, lo mismo que el de un gobierno, el de Pedro Sánchez, alcanzado mediante una moción de censura y en franca debilidad que ahora tiene que lidiar con las exigencias independentistas de catalanes y vascos mientras el resto de España le mira con recelo y desconfianza.

Son demasiados elementos a considerar para ver o determinar con cierta seguridad quién entra primero y quien segundo y tercero en la meta electoral de mayo del año que viene. Lo que sí es seguro es que sea uno o sea otro no será por lo vivido en el último debate sobre el estado de la región. De eso podemos estar todos seguros.