TDtespués de tres días de fiestas populares en uno de tantos pueblos extremeños que celebran en el mes de agosto sus tradicionales citas anuales con la diversión y el entretenimiento, este año me he detenido a observar y a estudiar el fenómeno del botellón, esa peculiar forma colectiva que los jóvenes utilizan para llamar la atención y afrontar el ocio, donde lo único que importa -con carácter mayoritario- es ingerir la mayor cantidad de alcohol al menor tiempo posible.

Desde que los de mi generación nos iniciábamos en la degustación del famoso calimocho y vivíamos las primeras experiencias de borracheras y resacas, hasta el panorama actual del macrobotellón, donde además de una más amplia gama de bebidas existe una mayor capacidad de concentración, han pasado 25 años. La evolución ha sido francamente impresionante, tanto que se nos ha ido un poco de las manos a todos.

Es curioso que año tras año se repiten las mismas pautas de comportamiento, se utilizan los mismos lugares e idéntico ritual: pasada la media noche comienza el desfile de pelotones cargados con bolsas de hielo, refrescos y las bebidas de moda del momento, todos en la misma dirección, convocados por la poderosa necesidad de sentirse por una noche diferentes al resto y transformarse en aquello que les hace poderosos y les permite acercarse hacia aquello que su personalidad no les tolera en condiciones normales. A la fiesta se suma un parque de vehículos que de manera improvisada compiten en calidad y volumen, y hacen las delicias de los presentes simulando pistas de baile y pinchando sin pausa las últimas descargas que el emule les ha propiciado. Tras un par de horas de permanencia en el rincón elegido, generalmente siempre el mismo, y cuando las bebidas alcohólicas han sucumbido, curiosamente antes que los refrescos, comienza una dispersión lenta de la masa, con comportamientos y estados de ánimo totalmente diferentes. La noche comienza, el vecindario respira aliviado y es ahora cuando el cuerpo y el espíritu están abiertos a la fiesta, a la diversión, al riesgo y en ocasiones, a algo peor. felipe.sanchez.barbaextremadura.es

*Técnico en desarrollo rural