TCton laconismo se ha dicho: "El árbol de Guernica ha muerto". Lo que me recordó el título de una obra de A.Casona: Los árboles mueren de pie (1949). Este roble, icono para los vascos y símbolo de sus libertades, estaba enfermo, agravándose su salud con el calor sofocante del pasado agosto. Se había esperado con ansiedad a que tuviera lugar otro milagro de la primavera , cual sucedió en el olmo de Machado ("Al olmo viejo, hendido por el rayo/ y en su mitad podrido,/ con las hojas de abril y el sol de mayo/ algunas hojas verdes le han salido..."). Pero esto no ha sido posible. Nadie podrá ya "anotar en (su) cartera/ la gracia de su rama verdecida". Y no romperá el aire la danza ancestral, ante este mismo árbol, de ese joven vestido de blanco, con zapatillas de esparto, en el juramento de lendakari. Se plantará otro que siga el rito inmemorial. Pero no será lo mismo. Es como arrancar un monumento de las entrañas de la tierra para que lo sustituya uno más joven, pero sin la sangre vieja del tiempo pasado. ¿No sería mejor respetar su tronco centenario como sucede con todos los monumentos del mundo, conservando sus restos aunque estén viejos? Es como la bandera rota en mil batallas, que ya es sagrada. Pero la dentellada del hacha del aizkolari será implacable...

*Doctor en Historia