Desde hace unos días deambula libremente por tu casa rastreando el suelo para aspirar toda la fusca que encuentra. A tu perro, que es muy cobardica, le infunde verdadero temor. Te resulta muy cómico ver como comienza a acosar al robot desde la distancia, luego se acerca a él con mucha cautela, y al estar a un metro del aparato se detiene y retrocede. Y si el robot decide perseguirle, el perro huye despavorido hasta perderse por alguna habitación de la casa. Cuando vas a buscarle para hacerle entender que ese bicho que se mueve de un lado a otro es una máquina programada que nunca le hará daño porque no sabe que es el daño, ni el miedo, ni el hambre, ni la soledad, el pobre can te mira con cara apenada, con ojos casi humanos, como si te dijera: «O él o yo».

Ya tienes en casa un robot de cocina y este aspirador autómata que acabas de comprar y tiene a tu perro cabreado, aunque recoja los pelos que él va soltando.

Sabes que la robótica irá metiéndose en tu vida y probablemente mañana tu casa será un nido de robots domésticos que te tendrán la casa limpia, la comida hecha, la mesa puesta, la ropa lavada y planchada, etc. Y además esos robots domésticos darán trabajo a miles de personas que los fabricarán, los venderán, los arreglarán. Este es un buen camino a seguir para el futuro: que las máquinas nos den un trabajo asalariado, y además hagan el trabajo por el que no percibimos salario.

Pero por otro lado, temes que esa robótica tan idílica sea una quimera. Porque comienzan a surgir robots que suponen una amenaza para miles de personas. Son esas máquinas que suplen el trabajo humano, de las que sólo se benefician los empresarios, porque se mantienen con pocos operarios.

ASÍ PUES, el futuro puede presentarse de dos maneras: que todas las máquinas trabajen para beneficio de todos los hombres; o que sólo varios hombres obtengan el beneficio del trabajo de todas las máquinas. El primer supuesto es el ideal. El segundo es mejor ni imaginarlo. Puestos a pensar, quizá no sería mala idea volver al arado y a la mula. Al menos los perros recelosos como el mío y muchos trabajadores vivirían más tranquilos.