TMtirar una pared pintada con un graffiti, a veces puede ser más estimulante que ver la luna a través de un potente telescopio. Parece mentira lo que pueden hacer algunos jóvenes con capacidad creativa y dominio de la técnica con varios aerosoles en las manos. No, por favor, no piensen ustedes en esos pintarrajos ininteligibles que infectan cada centímetro cuadrado de las fachadas de nuestras calles. Esos proceden de manos chapuceras dirigidas por mentes vacuas a las que gusta ir dejando huella de su necedad; esos garabatos no son graffitis, son grafías desagradables e insubstanciales marcadas en paredes vivas con la única finalidad de transgredir, de deteriorar. Al contrario de esa chusma chapucera, los buenos graffiteros no trabajan en fachadas con propietario, sino en paredes muertas a las que resucitan con su obra. Lo malo es que estos graffitis duran poco, porque también son objeto de esos horribles garabatos de aerosol que tanto afean las ciudades.

En Cáceres, en la avenida de Moctezuma, hay una pared de hormigón, que da al colegio Giner de los Ríos, que a veces nos muestra unos graffitis sorprendentes, realmente bonitos. Muchos ciudadanos refutan este tipo de actividades porque tienen una idea equivocada del graffiti. Claro, que por otro lado, entiendo que no es fácil pasear por la pintarrajeada calle Pintores y aledaños, vías de paso para todo turista que se dirija a la parte antigua, y no echar peste de aerosoles y mequetrefes que los hacen soplar. Y ya no te digo nada si te pintarrajean la camioneta, como le ocurrió a un amigo mío.

No sería mala idea levantar, para los buenos artistas del graffiti, muros de hormigón en determinados sitios, donde estos enseñaran a los que guarrean las calles lo que es un verdadero graffiti y dónde hay que realizarlo. Muchos jóvenes con inquietudes artísticas tendrían sitios para practicar su actividad favorita, el graffiti. Si existen los rocódromos, ¿por qué no los rocógrafos ?