Tal vez consciente de que en la opinión pública española se ha instalado la sensación de que el Gobierno no afronta con la decisión e ideas originales que requiere la sacudida de la crisis económica, el presidente Rodríguez Zapatero presentó ayer un nuevo paquete de 20 medidas que pretenden amortiguar el impacto que está teniendo en la economía nacional la fuerte desaceleración. El recorte en un 70% de la oferta pública de empleo y la congelación de los salarios de los altos cargos de la Administración central son dos de las medidas de mayor impacto en la ciudadanía, aunque el impacto cuantitativo que pueden tener sea poco significativo. Más bien parece que el Gobierno trata de dar imagen de austeridad, después de que se hayan oído críticas solventes por el aumento de altos cargos que supuso la nueva estructura del Gabinete y por la deducción lineal de 400 euros a todos los asalariados.

Zapatero presentó las nuevas medidas al día siguiente de la clausura del congreso de Valencia del PP, lo cual no deja de ser llamativo. Porque lo lógico es que Mariano Rajoy y su flamante equipo directivo empiecen, --pasadas, y ya se verá si superadas, las turbulencias en que había vivido el partido en los últimos meses-- a ejercer una oposición firme precisamente por el flanco que ofrece la incesante lluvia de malos datos económicos. Los populares ya han aprovechado la torpeza del presidente al empecinarse en no usar el término crisis, para lo que ha recurrido a los más forzados circunloquios. Ayer, sin ir más lejos, rescató el tópico de una conocida estrella de la radio cuando dijo que estamos ante una situación "difícil y complicada".

Al final, la resistencia a llamar a las cosas por su nombre en una democracia pasa factura y puede ensombrecer el hecho de que medidas de choque como algunas de las presentadas ayer --créditos blandos para rehabilitar viviendas e instalaciones turísticas, nuevo plan renove de vehículos, financiación adicional para pymes, etcétera-- tendrán efectos positivos para reanimar la economía. Pero si España quiere salir fortalecida de una crisis que durará al menos un año más, debe incidir en aspectos estructurales para mejorar la competitividad, que es el flanco más débil de nuestra economía, según coinciden en señalar todos los especialistas. Y ahí el Gobierno tiene un amplio margen para actuar. Y el PP, un terreno propicio para ejercer la oposición a que está obligado y a hacerlo, además, sin demagogias ni catastrofismos.

Si, como dijo ayer el presidente, la economía española avanzará un pobre 2% este año, tenemos asegurado un crecimiento del paro y un deterioro de las cuentas públicas. Por eso, además de medidas de choque, hace falta que el Gobierno explique con claridad a los ciudadanos cuáles son los problemas reales y por dónde se van a intentar atajar.