Ha muerto Carme Chacón. Es muy extraño decir esto. Suena incomprensible. Tenía 46 años, y por su vitalidad parecía todavía más joven. El lunes 10 estuve en su velatorio en la sede socialista de Ferraz. La última vez que habíamos estado juntas en un acto político fue en la sede del PSC en Barcelona en la penúltima campaña electoral, esa que al PSOE le fue tan mal en todo el territorio. Fui de público, a oírla y apoyarla. Ahora se ha muerto. No habrá más mítines ni más mensajes suyos en nuestro chat de amigas.

Hace siete días estuve en Ferraz acompañando su cadáver, su cuerpo. También fui porque quería que la gente de la calle, los ciudadanos que entraban, me vieran junto a otros rostros conocidos y supieran que le teníamos mucho respeto. Estuve sentada con Rosa Aguilar, que estaba muy impresionada, porque ella perdió a su padre exactamente con la misma edad que tiene el niño de Carme, 9 años. Las dos guardábamos silencio sin integrarnos en los corrillos, donde la charla inevitablemente pronto se deslizaba hacia lo trivial, como en todos los velatorios. Y como en todos los velatorios de nuestro país, nadie organizaba nada. A medida que fue avanzando el día, las conversaciones se fueron incrementando y la solemnidad diluyéndose, como si nos acostumbrásemos a tener el féretro ahí, como un mueble de madera que no tenía que ver con Carme. Pero tenía que ver. La joven mujer estaba metida dentro, aunque fuera muy difícil creerlo. Según se consumía la lenta jornada, las flores de las coronas iban inundando de perfume la sala, y eso era bueno, era una forma de expresión quizás espiritual más acorde con lo que nos pasaba por dentro. En un momento dado, alguien sin querer dio un golpe con el pie a un caballete y una de las coronas cayó. Las rosas se desparramaron por el suelo. Como estaba en la parte lateral, solo nos dimos cuenta los que estábamos cerca. No tuvo importancia. Ocurrió porque había mucha gente.

Vi a muchas personas conocidas. Vi a gente que lloraba sin poder contenerse. Gente que los periódicos no han citado porque ya no ocupan cargos, no están en la pomada ni en las polémicas. Pero estuvieron allí. Sostuve la mano de Montilla, que me la apretó sin decirme apenas nada, porque el expresidente catalán es así y a mí me gusta su contención, tan contraria a lo que se presupone en un político. Vi a Teresa Cunillera, que es la persona que presentó a Carme Chacón a Zapatero, allá por el año de maricastaña. Lloraba desconsolada abrazada a la madre de Carme, porque en cierto modo se sentía madre también, al menos política, de la precoz militante del PSC que Carme había sido. Vi a Carmela Silva, que era portavoz del PSOE en el Senado en la última etapa de Zapatero y ha superado un cáncer, y estaba deshecha de pensar que ella vivía y Carme no ha tenido esa oportunidad. Y estábamos nosotros, sus compañeros del último Gabinete de Zapatero, los que vivimos la debacle, el acoso y derribo interno y externo que fue el final de su presidencia. Teresa Fernández de la Vega, Fran Caamaño, Antonio Camacho, Valeriano Gómez, Beatriz Corredor, Miguel Sebastián, Gabilondo, Cristina Garmendia... También vi a algunos de los que le habían puesto trabas y zancadillas a Carme a lo largo de su carrera y no creo que las lágrimas en sus ojos fueran falsas, sino provocadas por el miedo y la mala conciencia.

Carme, quizá porque había jugado seriamente al baloncesto, tenía un espíritu bastante más deportivo que yo. Sabía que en los partidos políticos no todos juegan limpio y encajaba sus tretas y las subsiguientes derrotas con una gallardía que a mí me falta. Yo creo que todos los que lloraban en Ferraz lloraban de verdad, porque la inesperada muerte de Carme el domingo 9 de abril fue un frenazo con vuelta de campana en medio de la autopista. Tu también morirás, parece que nos decía ese ataúd, algo en lo que no sé si reparan demasiado los ambiciosos, esos a los que les atrae más el poder que resolver problemas. Juntos y revueltos amigos y enemigos, los que se han distanciado con los que se han convertido en aliados circunstanciales. Ella hubiera sido mejor presidenta que muchos de ellos, más justa, más honrada. Yo vi el lunes en Ferraz la conclusión de un ciclo, el fin de un tiempo. Vi que, al menos para mí, Carme se lleva un PSOE consigo y que lo que venga después será definitivamente otra cosa.