He leído que Juan Manuel Rozas fue "uno de los fundadores del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura". Me ha extrañado muchísimo el rigor científico de esa frase publicada en un medio de comunicación social. El cronista está bien documentado. Rozas fue uno de los fundadores del Servicio de Publicaciones. La intrahistoria de la fundación de ese servicio tiene algunas facetas que merecerán un largo ensayo. Quiero recordar cómo fundamos el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura y cómo en esos primeros años los dos, por caminos diferentes, llegamos al concepto de intrahistoria. Por caminos diferentes pero a través de un único autor: Luis Chamizo. Rozas se avecina en Extremadura y ocupa el privilegio de ser el segundo catedrático universitario de la especialidad de Filología hispánica. En 1978 ser catedrático en una ciudad de provincias suponía que todas las fuerzas vivas de la región se ponían a disposición del nuevo recién llegado.

En la Facultad de Letras cacereña se encontró con un grupo entusiasta de jóvenes que no regateábamos esfuerzos por trabajar en beneficio de la institución. El primer número del Anuario de Estudios Filológicos estaba en la calle regido por un comité de redacción tripartito. Había que poner orden editorial en la publicación y se pergeñó la creación de un consejo de redacción compuesto de director, vocales y secretario. Rozas confió en la labor que inicié como gestor para sacar adelante el anuario. Al mismo tiempo el rector Andrés Chordi , ante demanda de los profesores jóvenes que necesitaban un lugar donde publicar, creó el Servicio de Publicaciones. Una vez más la función creó el órgano. Cuando Chordi planifica el Servicio de Publicaciones en Cáceres ya había un director de publicaciones nombrado en Badajoz, pero con escaso poder ejecutivo (habilidad que demostró enseguida en la primera Editora Regional de Extremadura). Su nombre: José María Ródenas Pallarés .

En aquellos momentos todo era posible. El todopoderoso ICE producía sus publicaciones generosa, anárquica y autárquicamente concebidas como Instituto Independiente. Había que poner orden. El rector hace gestiones y consulta a Rozas para la creación del Servicio de Publicaciones, entre otras razones por su experiencia empresarial en la editorial Alcalá, desaparecida hacía unos años. Rozas le propuso a Chordi que fuéramos dos codirectores los que iniciáramos la andadura y así es como Rozas se transformó por deseo propio en codirector del Servicio de Publicaciones con el que esto suscribe. El nombramiento oficial tardó en llegar y el trabajo que hicimos juntos no duró más de año y medio. Ciertamente con un presupuesto exiguo se consiguió iniciar la publicación de los extractos de tesis doctorales como algo obligatorio con el fin de dar un respaldo público a los resultados de las investigaciones académicas obligatorias. En coedición se publicaron los primeros ejemplares con el sello Universidad de Extremadura. Se asistió también a las primeras reuniones nacionales de servicios de publicaciones universitarias españolas.

Para resolver gestiones mi contacto con Juan Manuel Rozas fue casi diario: más en su domicilio particular que en el despacho oficial. La publicación de la revista recién creada y la gestión del nuevo servicio editorial forman parte de la primera intrahistoria de cómo se pusieron en marcha los primeros estatutos en la Universidad de Extremadura: las primeras elecciones estatutarias a rector y decanales.

En algún sitio he leído injustamente que con la venida de Rozas a Cáceres llegó el esplendor al centro y que con su muerte prematura este esplendor desapareció. A pesar de ser una apreciación muy afectiva a su persona no es justa con la historia colectiva. Rozas llegó a la facultad extremeña en 1978, año en que nos regalamos los españoles muy ilusionados una Constitución, y nos abandonó definitivamente con su muerte prematura en 1986, cuando el país todavía estaba ilusionado en la construcción de un estado nuevo. El esplendor de la facultad --llegó a estar entre los diez primeros puestos de España-- se debió a que el profesorado joven y en formación trabajábamos día y noche en todo tipo de investigación y gestión, los frutos pronto se pusieron de manifiesto en la bibliografía científica publicada. El Anuario de Estudios Filológicos se situó entre las revistas filológicas más prestigiosas de España, donde se publicaba por méritos científicos rigurosos que marcaba el consejo de redacción. En la obra de Luis Chamizo Juan Manuel Rozas aplicó la teoría unamuniana y que quien esto escribe a través del artículo Luis Chamizo visto por Alonso Zamora Vicente aplicó los presupuestos de la intrahistoria de Unamuno a la obra de Chamizo. Rozas escribió algo sobre el tren y los castúos. Me confesó haber escrito sobre la intrahistoria en Luis Chamizo sin conocer la opinión de Zamora Vicente . Ahora los dos nos reiríamos al comentar que Javier Castro Flórez acaba de calificar de moderno a Luis Chamizo por haber tratado el mismo asunto del tren que retiembla en los jierros pintado por Darío Regoyos en la procesión de Semana Santa.

Rozas pertenece al recuerdo de todos los que trabajamos en aquella época, codo con codo, para que la intrahistoria extremeña siga en la actualidad su cauce a la espera del mañana. Curiosamente los trabajos con el título de intrahistoria se han multiplicado generosamente a partir de la publicación de las obras mencionadas en los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado.

*De la Real Academia de Extremadura