WEwl secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, intentó justificar su negligencia ante las torturas a que se ha sometido a los presos iraquís alegando que desconocía el alcance de esos abusos. Al final, no pasó de pedir excusas y ofrecer compensaciones económicas a las víctimas. La actitud de Rumsfeld de minimizar los malos tratos tiene precedentes: su aval al régimen de negación de la justicia que impera en Guantánamo, donde prisioneros retenidos desde hace años carecen de derechos básicos. Esa misma arbitrariedad militar se ha aplicado en las cárceles del Irak ocupado. Ahora conocemos los primeros casos, aunque no la magnitud de las torturas practicadas ni las no fotografiadas, que lógicamente serán peores. El jefe del Pentágono reconoce que hay otras muchas pruebas de vejaciones más crueles y sádicas que las publicadas.

Ni Rumsfeld piensa dimitir ni George Bush quiere prescindir de su ministro de la guerra. La iniquidad descubierta por los medios de comunicación que difundieron las fotos --pese a las presiones del Pentágono-- deja a la Casa Blanca como indigna. Porque está claro que conocía las torturas, las toleró y trató de encubrirlas. Fue cómplice de la atrocidad.