El espejismo del Mundial de fútbol acabó tras el último gol marcado en el estadio moscovita de Luzhniki. La cruda realidad vuelve a imponerse en una Rusia atenazada por viejos y nuevos problemas que se le amontonan a un Vladimir Putin que saca pecho propagandístico preparando las mayores maniobras militares realizadas por Rusia en los últimos 40 años, en tiempos de la extinta URSS. El zar del Kremlin ha tropezado con la oposición mayoritaria de la población (89% según encuestas fiables) a su plan de reforma de las pensiones. En un país donde la expectativa de vida es muy inferior a la media europea (67,5 años para los hombres), ampliar la edad de jubilación implica que muchos trabajadores ni siquiera podrán disfrutar de su pensión.

No es de extrañar pues que la popularidad del presidente haya caído y se viera obligado a corregir a su primer ministro, Dmitri Medvédev, para suavizar la reforma. A este problema que afecta al bolsillo de los rusos y a la credibilidad de Putin se suma otro procedente del exterior y es la amenaza de nuevas sanciones económicas de EEUU estudiadas por el Senado de este país como penalización por la interferencia de Moscú en las elecciones presidenciales y por su actuación en el conflicto de Ucrania y en la guerra de Siria. El solo anuncio de que republicanos y demócratas estadounidenses preparan un nuevo paquete de medidas ha motivado una fuerte caída del rublo en una demostración de que las sanciones son efectivas.