Después de tantos fracasos y tantas víctimas, debemos extremar la prudencia en todo lo que concierne a las perspectivas de una paz entre Israel, los palestinos y los estados árabes. Pero no cabe duda de que el presidente de EEUU, George Bush, asume unos compromisos que contrastan con la ceguera de su apoyo sin fisuras a la represión sangrienta del Gobierno de Ariel Sharon durante sus dos primeros años en la Casa Blanca.

Las reiteradas alusiones de Bush a la necesidad de un Estado palestino con un territorio viable abren algún resquicio a la esperanza. Pero la capacidad diplomática de Estados Unidos y la necesaria evolución de la opinión israelí sólo podrán cuajar en ese marco de desmilitarización de la Intifada preconizado por el primer ministro palestino, Abu Mazen, un hombre patrocinado por Washington pero que encarna una nueva promesa y que reclama una oportunidad.

El encuentro de Aqaba de hoy servirá para empezar a saber si George Bush defiende una visión menos unilateral y más equitativa para transformar la Hoja de ruta en camino de paz, a la espera de ese nuevo Gobierno israelí de unión nacional que se prepara entre bastidores.