La carnicería de Jerusalén del martes, las represalias israelís y el fin de la tregua palestina han enterrado la Hoja de ruta . Era poco menos que milagroso que sucediera de otra forma habida cuenta de la impunidad consentida al Gobierno israelí, mientras a la Autoridad Nacional Palestina se le ha exigido actuar sin contemplaciones contra los radicales, incluso después de decidir una tregua de tres meses. Sin el compromiso israelí de negociar, incluso con atentados, la ruta no tenía salida.

Es evidente que al tiempo que Sharon no ha debido ceder ni un milímetro en su política de apartheid en Cisjordania, en la limpieza étnica de Jerusalén Oriental y en la transformación de Gaza en un campo de concentración, el primer ministro palestino, Abu Mazen, se ha visto obligado a seguir el programa acordado en Aqaba con George Bush, el 4 de junio, con la promesa de creación de un Estado palestino. Al final, se ha consagrado el perfil de Abu Mazen como un político debilitado y sometido a la voluntad de EEUU, se ha reforzado el apoyo a Hamas y la Yihad en los campos de refugiados, pese a la condena que merecen los atentados contra civiles, y los halcones israelís se han podido entregar una vez más a la política de tierra quemada.