TLta técnica del despiste es algo común y frecuente, no ahora sino de siempre. Mira para allá que por aquí te la cuelo, mira esto y así no mirarás aquello, fíjate en eso para que no veas lo otro. Y día tras día comprobamos que funciona. La mejor manera es la de crear un elemento, objeto, tema, acto o acontecimiento que tenga la suficiente envergadura, física o simbólica, que oculte el resto de asuntos que están desarrollándose. Pero este elemento no tiene en la realidad ninguna envergadura, y parte esencial de la estrategia es además de crearlo otorgarle esa dimensión de repercusión que a priori no tendría. Así, de la nada, del vacío, surge como por ciencia infusa, un hecho significativo. El cual tiene la misión de ocultar, tapar y neutralizar la realidad que sí tiene efectivamente importancia y repercusión en nuestras vidas. Los encargados de la cosa, del mundo, dedican tiempo y esfuerzo en edificar falsas arquitecturas efímeras, haciéndonos perder el tiempo a todos, y lo que es más importante, despistándonos. Nos dan gato por liebre, simulacros por realidad. Y así vamos, que vivimos en el mundo de la ilusión mientras nos dicen que la ilusión y la utopía no son posibles. Claro, la nuestra no, la de ellos sí. Pues si no que nos expliquen qué hace siendo un tema de interés y repercusión nacional, tal y como está la vida, la foto de una representante política en un periódico. Y cómo es posible que de la noche a la mañana pasemos de vivir en el mundo más avanzado, estable y de mayor bienestar social, a uno donde sólo hay arenas movedizas. O lo de antes era mentira o lo de ahora, de cualquier manera nos han mentido, y lo peor es que seguirán. Nos dan un caramelo con trampa, que sólo tiene envoltorio, además tóxico: produce sueño y falta de lucidez, y cuando lo abrimos no hay nada. Ay, qué pena, mañana te compro otro.