WLw a compra por la constructora Sacyr de cerca del 10% del capital de Repsol-YPF no ha sorprendido. Es un movimiento más en el reordenamiento del sector energético, que afecta a las principales compañías eléctricas, y que está siguiendo el mismo patrón. Las empresas que más se han beneficiado del crecimiento de la economía española, las constructoras de obra pública y de vivienda, han tomado el relevo del sector financiero en el capital de las compañías energéticas. Tras la entrada de ACS en la propiedad de Unión Fenosa e Iberdrola, y la de Acciona en Endesa, la decisión de Sacyr de apoyar "lealmente" a Repsol-YPF aporta otras variantes. Su iniciativa refuerza el capital de la petrolera ante la posibilidad de que cualquier multinacional del sector siga los pasos de la alemana E.ON y lance una opa; y, de manera indirecta, presta más estabilidad financiera a las decisiones que Repsol y La Caixa puedan tomar sobre el futuro de Gas Natural, que ya no muestra interés en entrar en el capital de Endesa. El calado de todas estas operaciones, más allá de la calentura bursátil, apunta otras realidades. La primera, que en España se prefieren los acuerdos amistosos que las opas hostiles, que acaban siendo presa fácil del filibusterismo judicial. La segunda, que se está rectificando a fondo la improvisación de las privatizaciones de los años 90, sobre todo en empresas del sector energético, frente a lo que se ha gestado en otros países de la UE. El Gobierno también lo ha aprendido, aunque tarde, y ha sabido poner remedio: la nueva ley de opas aprobada el viernes pasado facilitará la integración de grandes grupos energéticos.