TEtl problema de ir al Sáhara a decirle a los antiguos ciudadanos españoles que estamos con ellos, es que te pueden tirar una boñiga de camello y enterrarte, sobre todo si uno tiene la talla de Aznar. Felipe González estuvo por allí y dijo aquello de Nunca os olvidaremos y se olvidó al día siguiente. Aznar no les dijo nada, gobernó más de ocho años, sólo se acordó del Sáhara cuando veía las arenas de la playa de Oropesa y va ahora a decirles que Nunca me olvidé de vosotros porque nunca me acordé de vosotros. ¿Quiénes sois vosotros? En el Sahara puede haber petróleo (hay quien asegura haber visto extraños campamentos norteamericanos con máquinas perforadoras. Lean si no a Olegario Moreno ), y los marroquíes están como locos dinamitando el proceso de autodeterminación de ese pueblo que antes, hace poco, fue español. Nosotros estamos como locos por llevarnos bien con Marruecos, no vaya a ser que salga otro Perejil y la sonrisa de Zapatero se vaya al cuerno.

No hace falta ser un lince para concluir que nuestras alianzas con Francia pasan por Marruecos y que algunas alianzas con Bush también pasaban por Marruecos y que, rizando el rizo, el enfrentamiento entre Francia y EEUU en otras materias, pasa por Marruecos. Por Marruecos pasa todo hasta Aznar, y me temo que desde hace poco, todo lo que atañe al Sáhara, pasa por Marruecos. En algún lado de la bici, por usar una metáfora ciclista, francesa y del tour, hay un radio que no un eje, del mal en el que los derechos humanos, la democracia y los dictámenes de la ONU valen menos que la susodicha boñiga de camello. Y ese radio del mal que no eje, pudiera tener su punto de arranque en Marruecos.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala