Periodista

Ha muerto el intelectual palestino Edward Said sin haber podido vivir la paz de su país. Su ejemplo y el de Barenboim son significativos, pero afortunadamente, hay más. El plante de los pilotos del Ejército de Israel ha sido un vendaval inesperado, un grito de alerta al gobierno Sharon de unos profesionales que no quieren provocar más muertes de civiles inocentes. Israel tiene que dejar de escuchar la voz de la venganza. La fuerza del Ejército y los muros no les llevarán la paz. Sólo la insistente persecución del diálogo de las sociedades civiles israelí y palestina podrán romper esa dinámica estéril. Said no deja un vacío, porque gestos valientes como el de los pilotos agrietan la rigidez de ambos bandos desde dentro, que es donde se padece esa frágil y violenta cotidianidad.