Se me saltan las lágrimas, se me rompen las costuras, cuando leo artículos de periodistas y profesores desvelándose por la educación de los hijos de los demás. No lo puedo remediar, lo de la solidaridad altruista es que me puede. A costa de su pellejo, los pobres, forcejean con el Estado para aliviar a los padres del obsoleto derecho a educar a sus hijos:

--Faltaría más, por favor, deje a este simpático ciudadano adolescente en nuestras manos y en un par de cursos se lo devolvemos como nuevo, ya verá usted como aplicando los Derechos Humanos que consagra la Constitución y el reglamento ético de Educación para la Ciudadanía, tendrá usted, sin esfuerzo por su parte, un buen ejemplar para toda la vida.

--Además, quién es usted, estimado ciudadano, para arrogarse el derecho a educar a su hijo. ¿Acaso está usted preparado?... si no hay más que verlo. ¿Para qué está el Estado sino para ocuparse de su felicidad? El Estado le indicará pautas de comportamiento para su bienestar en la cocina, en el armario, en el dormitorio y en el cuarto de baño; para que aprenda usted a pensar correctamente, igual que los demás conciudadanos, y evitar así el erróneo desorden individual. ¿O es que prefiere que se eduque a los hijos al buen tuntún de cada uno?

--No, no tiene nada que agradecer, faltaría más, es nuestro trabajo. En la Enseñanza por ejemplo --no siempre comprendida por los rancios--, como usted sabe, se interrelacionan las disciplinas de psicopedagogía, sociología y psicoterapia con las diferentes ramas del saber para una perfecta educación integral, a la que se suman, gracias a la visión del legislador, padres, sindicatos, asociaciones, empleados de los centros, medios de comunicación, y los bomberos si fuere preciso, porque la educación es de todos.

--Usted, por su parte, despreocúpese, y nada, nada, a trabajar en lo suyo. Siga comprando los pañales a los pequeños, ponga la mesa cada día, cumpla fielmente con Hacienda --que también es de todos-- y ya sabe que tiene a su disposición la benéfica labor de los Bancos siempre dispuestos a ayudarle asumiendo pesados riesgos, y a los que el Estado ha de proteger como pasto fresco para el ganado. Pero en lo referente a la educación cívica de su hijo, olvídese, déjelo en nuestras manos, el ministerio y la consejería se desvelarán por él.

Confieso que estoy alucinado de la sabiduría y la enjundia del pensamiento de estos artículos. Así, de modo sencillo, de un plumazo, como si nada, haciendo sencillo lo complejo, son capaces de liberarnos de la inútil responsabilidad de ser padres transfiriendo esa pesada carga al Estado: ¡Alehop!, y ¡plaf!, cambian la carga de sitio. ¡Qué generosidad la del Estado ese! Así, sin más, porque sí. Con un par.

XBUENO MEx admira tanto la originalidad demostrada en la exposición y la hondura de la ideología que las inspira, que admito mi duda sobre si no estaremos ante lumbreras --que no fósforos-- de la historia del pensamiento.

Tal vez a partir de ahora no tengamos que mendigar en Francia las ideas sobre educación al marqués de Condorcet ni copiar su "Rapport sur lIïnstruction publique", base de la escuela pública y laica francesa, ya que en España, hasta la fecha, resultaba más cómoda la arraigada tradición de copiar a otros, y ser deudores, por ejemplo, de Rousseau y su Emilio , a tener que discurrir con cabeza propia, aunque él pensara a finales del XVIII y, amodorrados por la siesta, aquí lo aplicase la progresía a principios del siglo XX.

Puestos a copiar e importar ideas. Alemania tampoco estaba nada mal, aunque algunas resultaran baldías en su país de origen, como las que propugnaron Friedrich Krause y su discípulo Ahrens , que arraigaron sin embargo en este páramo entonces clerical a través del fascinado Sanz del Río en París y, por su medio, en don Francisco Giner de los Rios , que, a pesar de su fracaso inicial, marcaría el sistema educativo español desde finales del XIX a través de la Escuela Infantil que desarrollaron Cossío y German Flórez . Después sería Núñez de Arenas y su Escuela Nueva, bebiendo en las fuentes de la ILE, quien transfiriera al socialismo español aquella savia.

La pereza y el anticlericalismo de los liberales españoles a principios del XX y su abandono de la lucha por la libertad educativa son, en buena medida, responsables del arraigo de la idea educativa estatalísta que algunos sesudos defienden ahora, y que, si hace cien años mostraba cierta lógica, hoy resulta aberrante (recordad las experiencias del Mein Kampf, el Libro Rojo o los bolcheviques, cuyas sociedades murieron de felicidad en brazos del Estado).

Como, desde entonces, nadie se ha devanado los sesos, aparecen estas luciérnagas vendiendo como receta nueva la de los tatarabuelos con aditivos de época. O a pelo seco. ¡Qué horror que aún haya comisarios de ideas que defiendan el Estado como "Aparato"! ¿Qué fue del 68 y la "imaginación al poder"?

*Licenciado en Filosofía y Letras.