TNto hace mucho tiempo decía nuestro consejero de Agricultura: "¿hay alguien que ponga en duda que ese aire que respiramos tantas veces por segundo influye en la salud y en la calidad de vida?"(sic).

Efectivamente hay una relación directa entre el aire que respiramos y la salud. Son los habitantes de las grandes urbes y las zonas industriales, los que más sufren el efecto de la contaminación del aire, que a su vez afecta a los edificios, suelos y aguas. Hace ya treinta años, denunciaba el entonces presidente de la Diputación de Cáceres: "no tenemos industrias porque no tenemos carreteras y no tenemos carreteras porque no tenemos industrias". Efectivamente ahora tras tantos años, que parece que vamos teniendo carreteras, nos quieren poner industrias, pero ¡vaya industria! Hemos vivido en estos años el cierre de Valdecaballeros --la de Almaraz si tenemos salud--, la apertura de una cementera y a partir del próximo enero la prohibición de fumar en lugares públicos, por cierto: opción individual frente a una obligación colectiva de una población, que se verá potencialmente afectada por distintas sustancias tóxicas con efecto negativo sobre el organismo humano. Ante tanto debate y estudios económicos, por aquello del desarrollo sostenible, es obligado que por parte de las Consejerías de Agricultura y Medio Ambiente y Sanidad, se elabore un mapa de riesgos riguroso, como se establece en la IV Conferencia de Salud y Medio Ambiente (Budapest, junio 2004), sobre la salud fundamental, aunque no exclusiva, de los niños, los más afectados por enfermedades respiratorias, asma, alergias, trastornos neurológicos, cáncer infantil y alteraciones endocrinas, y no dejar al albur de intereses empresariales o ideas geniales. No debemos conformarnos con aquel titular: ´Los impuestos de la refinería pagarían dos tercios de la sanidad´ (El PERIODICO EXTREMADURA 18 de diciembre de 2004), muy similar a la hipocresía que acontece con el tabaco y los impuestos. De ser así tendremos que gritar ¡viva la polución!

*Médico