Todos los días te llegan noticias de las que no te gustaría saber, porque sencillamente te entristecen, hieren tu sensibilidad, te duelen, te repugnan, pero por desgracia existen, y además agradeces que los medios de comunicación te las den a conocer, así no te llevas a engaño, sabes del medio que habitas y te das cuenta, por enésima vez, de que el ser humano es el animal más despiadado que pisa la faz de la Tierra. El único que produce daño a placer y por placer.

Sin duda, el hombre es un lobo para el hombre. Cambiamos nuestras formas de asediar, agredir y exterminar, pero no nuestro instinto. Esa vocación belicosa que siempre nos ha caracterizado y que antes mostrábamos sirviéndonos del acero y ahora de la pólvora.

Todos los días los medios de comunicación dejan constancia de que en algunos lugares de la Tierra la violencia se administra en dosis ingentes y numerosas, vemos cómo cientos de personas demacradas perecen en el suelo de un paisaje descompuesto después del estallido de una bomba. Por otro lado, raro es el día que no nos dan a conocer la muerte de una mujer a manos de su pareja masculina, o la agresión de colegiales a un compañero o a un profesor, encolerizadas disputas entre jóvenes de distintas ideologías, violaciones, intimidaciones, extorsiones. Se diría que estamos condenados, sin saber por qué, a hacernos sufrir unos a otros.

Ante esto no debería preguntarme, por lo tanto, qué nos lleva a torturar gratuitamente a los animales. Pero lo hago, porque también me sensibilizo ante el sufrimiento de cualquier animal indefenso salvajemente agredido hasta su extenuación y muerte, como ha ocurrido con una vaquilla maltratada por una caterva de desalmados en las fiestas a Alhaurín el Grande. Todos hemos podido ver en imágenes televisivas cómo se linchaba por puro divertimiento al desdichado animal. ¿Hasta cuándo en España se van a seguir permitiendo y fomentando este tipo de festejos cavernícolas?