El principal problema del PSOE, en estos momentos, no reside en que las encuestas sitúen al PP muy por encima en la intención de voto, ni que la situación económica contenga visos objetivos de que no vaya a mejorar, ni siquiera la lentitud de las reformas anunciadas que, antes de ser ejecutadas, pasan por la contrarreforma. Más aún, incluso entre las propias filas del partido casi resulta indiferente si el candidato vaya a ser Zapatero, Rubalcaba o una tercera y suscitadora vía de entusiasmos. El problema más duro es que, a día de hoy, en las autonomías y en los ayuntamientos, hay una lucha sorda, callada y terrible, sobre el puesto a ocupar, una vez efectuado el cálculo de las rebajas.

Existe la fundada sospecha de que en las próximas elecciones a las autonomías y a los ayuntamientos, lo que antes era un lugar cómodo en las listas puede transformarse en un puesto que raye con lo fronterizo, es decir, con quedarse sin plaza de concejal o sin acta de diputado. El alto porcentaje de personas que se han profesionalizado en las filas de un partido político es algo que se extiende en todas las tendencias, y ello supone no sólo la difícil reinserción en la vida laboral civil, sino la dificultad que se deriva de la actual situación económica. Los funcionarios, en su inmensa variedad, desde técnicos judiciales a profesores, desde médicos a técnicos de Administración Civil no tienen ningún problema, porque se considera que están en excedencia. Sin embargo, muchos de los que se dedicaban al trabajo por cuenta ajena en la empresa privada se encuentran con que han perdido el contacto con el sector al que se dedicaban, alguno de ellos objeto de una gran transformación. La defensa de la nómina no es, pues, un acto de egoísmo, sino una reacción natural de personas que han dedicado muchos años al partido, y pueden encontrarse con que la salida sea una derrota electoral, tras la cual ni siquiera existirá una nota de agradecimiento por los servicios prestados. Y ese factor es la rémora más importante con que se enfrenta el PSOE, porque ningún entusiasmo es más sincero, que el entusiasmo por la nómina.