Se ha repetido el error de Qana (Líbano), cuando en abril de 1996 la aviación israelí bombardeó un campamento de cascos azules de la ONU y mató a un centenar de civiles que se habían refugiado huyendo del fuego cruzado entre Hizbulá y el Ejército israelí. Entonces, la repulsa internacional fue unánime, Shimon Peres tuvo que retirarse del Líbano sin conseguir sus objetivos y su acción de fuerza no impidió que el Likud de Binyamin Netanyahu ganara las elecciones. Ahora ha sido una escuela gestionada por la ONU en la franja de Gaza la que ha quedado devastada por el ataque de un tanque israelí, que ha matado a más de 40 civiles que se refugiaban en ella.

El hoy presidente de Israel argumenta que la actual ofensiva es la respuesta a la ruptura de la tregua por parte de Hamás y al lanzamiento de cohetes contra Israel. Sin embargo, se trata de un ataque totalmente desproporcionado que vulnera todos los requisitos de la guerra justa, que atenta contra una población civil a la que el cerco internacional había llevado al límite del colapso humanitario, que vulnera, como recordaba el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, el derecho internacional humanitario y que denota un menosprecio total por la población palestina y sus vidas. La guerra en la Franja de Gaza marcó también ayer la tradicional celebración de la Pascua Militar en el Palacio Real de Madrid. El Rey Don Juan Carlos hizo referencia a la crisis abierta el pasado 27 de diciembre, cuando se inició la ofensiva israelí sobre territorio palestino, y durante su discurso reclamó "el despliegue de todos los esfuerzos diplomáticos necesarios" para lograr "un alto el fuego inmediato en Oriente Medio".

Israel ha ido demasiado lejos y su imagen quedará teñida en Gaza con la sangre de los inocentes. No se trata de exculpar a Hamás de sus responsabilidades en la actual crisis, pero sí de poner de relieve que un Estado de derecho y democrático no puede iniciar una ofensiva militar sin considerar las consecuencias sobre la población civil, porque entonces no hay ninguna diferencia entre el terrorismo de Hamás y el terrorismo de Estado. Es simplemente la barbarie y el descrédito de los valores democráticos en nombre de los cuales se dice actuar. Y todavía más si la ofensiva responde a oscuros intereses electorales.

Igualmente grave es la falta de reacción internacional, el mutismo cómplice (por el veto de Estados Unidos) del Consejo de Seguridad de la ONU y de los países árabes, que no de sus opiniones públicas. Por mucho que pese, solo la Unión Europea --y el inefable presidente francés Nicolas Sarkozy-- parecen haber reaccionado, aunque tarde y con ciertas ambigüedades de la presidencia checa, para intentar evitar la masacre de Gaza. Sin duda, todo ello pasará factura en un futuro inmediato, porque la sangre de los inocentes no puede verterse en vano.