XVxenimos asistiendo a un intenso debate sobre financiación sanitaria. Un debate que, si queremos ser más precisos, debería denominarse de financiación del déficit sanitario, generado por el conjunto de las comunidades autónomas (todas sin excepción). Déficit que, expresado en valores absolutos, sitúa a Cataluña como la comunidad más endeudada, con 1.008 millones de euros y a la Rioja como la de menor deuda con 5 millones de euros. En Extremadura, dicha deuda se situaría en 116 millones de euros.

El déficit presupuestario ha ido creciendo de forma constante a partir de los 25.998 millones de euros reconocidos en 1999 hasta situarse en los 42.216 millones en 2005. Con unos porcentajes que han supuesto un desfase del 7,4% entre lo presupuestado y lo gastado para el año 1999 y de un 17,1% en el 2005. Estos son datos publicados por el Grupo de Trabajo y Análisis del Gasto Sanitario creado por el Ministerio de Economía y Hacienda (2003). Números que no dejan margen de duda sobre la magnitud del problema para el conjunto del país y particularmente para nuestra comunidad autónoma.

Para muchos, todos estos datos no vienen sino a confirmar lo que ya sabía o al menos se sospechaba. El mérito del gobierno de Zapatero estaría en haber tomado la decisión de intervenir sin tener obligación , con independencia de las distintas lecturas que se quieran hacer de tal hecho. A otros ya les iba bien aquello de que cuanto peor mejor o menos Estado y más mercado . Aunque sea a costa de la salud de los más desfavorecidos y de poner en riesgo el propio sistema público.

Pero querría abordar algo más que fríos datos --que tanto suelen importar a aquéllos que cínicamente, se empeñan en mantener que la salud no tiene precio-- y ofrecer una opinión crítica frente a la solución , que se acaba de adoptar en la Conferencia de presidentes. Unos absteniéndose, pero cogiendo el dinero sin el menor rubor siguiendo la doctrina de a caballo regalado no le mires el diente ; otros votando afirmativamente y cogiendo también su parte, mientras manifiestan que se trata sólo de una inyección presupuestaria necesaria .

Mi posición es que en asuntos de sanidad la solución no puede venir sólo inyectando dinero desde el Estado , poniendo o quitando unos millones más o menos de euros, con el correspondiente coste de oportunidad. El asunto es de mucho mayor calado social, político y económico. Y es por eso por lo que creo que la solución dada, si no viene acompañada de más medidas, se terminará por demostrar un parche viejo en un traje igualmente viejo . La medida tomada es puramente coyuntural cuando resulta que estamos en presencia de un problema estructural: la financiación insuficiente del sistema (por debajo la media de la UE) y la adopción de reformas siempre aplazadas. Se ha producido el acuerdo, pero dejando sin abordar asuntos inaplazables. Tal vez se me pueda argumentar que esto no ha hecho más que comenzar, y que será ahora cuando se propongan las medidas necesarias que complementarán el generoso esfuerzo emprendido por el Estado, que espera sentirse acompañado ingenuamente por la decisión de subir ciertos impuestos (falsa solución, como el de la gasolina), en las respectivas comunidades. Pero por si acaso, les propongo una espera --otra más-- activa. Y esa posición crítica y activa pasa por algunas propuestas concretas --más allá del toma el dinero y corre -- para solucionar problemas graves y garantizar un futuro sostenible del sistema.

En primer lugar habría que contar y apostar por los profesionales de la salud (todos), a los que se les exija --sin trampas-- dedicación exclusiva al sistema público. Otras compatibilidades resultan, a estas alturas, intolerables. Sencilla y claramente: primar la dedicación, el esfuerzo, el mérito y la capacidad profesional (la de todos); potenciación y apoyo político y económico a la atención primaria y a sus profesionales, porque están en condiciones de ofrecer una atención primera, fundamental, esencial, próxima, continuada y altamente beneficiosa para el ciudadano; gestión (en todos los casos) profesionalizada, no privada, ni medicalizada ni politizada. Gestión sujeta a objetivos y resultados; potenciación de la investigación pertinente a los problemas de salud de los usuarios del sistema, con rendición de cuentas del trabajo realizado; centralización en la compra de recursos de uso común y especialmente aquéllos de más de alto coste, cuya oportunidad y pertinencia se someta a evaluaciones similares a las de cualquier empresa; control sobre el gasto farmacéutico, que ponga límite al actual crecimiento insoportable del gasto y que potencie el uso de los genéricos; medidas de potenciación de políticas de promoción de la salud (políticas activas saludables y sostenibles), prevención de la enfermedad y compromiso de los ciudadanos en la gestión de la salud, sus costes y resultados (participación ciudadana); asegurar sistemas de información claros, precisos y fiables tanto en el ámbito estatal como autonómico; políticas públicas de apoyo a los ayuntamientos que potencian medidas efectivas de salud pública. Las medidas aquí propuestas estoy seguro que forman parte, desde hace tiempo, del imaginario colectivo que desea la solución de los problemas de nuestro sistema. Pero la realidad es que siempre terminan por no abordarse. Sé que están en juego los intereses de ciertos actores, de la industria farmacéutica, de la insaciable tendencia a la fagocitación de la sanidad privada a costa de la pública, de la calculada incompetencia de algunos y del relativo compromiso con lo público por parte de la ciudadanía,... pero debe saberse que es mucho lo que nos jugamos.

Bienvenido el dinero para paliar el déficit, para inyectar recursos a la sanidad, para pagar compromisos adquiridos. Pero no nos engañemos, todo ello por necesario no resulta suficiente. Dentro de poco volveremos a una situación parecida. Mientras tanto seguimos pendientes del asunto principal: la sostenibilidad y pervivencia del sistema de salud público, universal y financiado por los presupuestos del Estado. Y de medidas estructurales, no sólo económicas. ¿Se podrá lograr con un pacto de Estado? La espera activa nos invita a no dejar las cosas, sólo, en manos de los políticos. Son asuntos que tienen que ver con nuestro bienestar e interés como ciudadanos. Así lo creo, y espero que los mejores políticos se conviertan en parte de la solución que proponemos.

*Profesor Escuela

Universitaria de Enfermería