Lo que se ha dado en llamar segunda marea negra del petrolero Prestige llegó ayer a las costas gallegas en medio de la indignación general por la falta de reflejos de las administraciones públicas ante una crisis de fatales consecuencias que pudo ser evitada y cuyos efectos han sido sistemáticamente minimizados por los responsables gubernamentales. La pacífica, aunque enérgica, protesta de ayer de los gallegos por las calles de Santiago evidenció el malestar social de Galicia.

Por lo menos, esta vez, a diferencia de lo que ocurrió con la primera marea, los días 16 y 17 de noviembre, ni el ministro de Fomento, Francisco Alvarez-Cascos, ni el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, se encontraban de cacería. El vicepresidente del Gobierno Mariano Rajoy dio la cara ayer ante los medios y siguió sobre el terreno la temida llegada de las manchas contaminantes a las playas de Galicia. Ante la deprimente visión del fuel pegado a las piedras de la Costa de la Muerte, sólo se puede clamar el nunca más . Que esta desgracia sirva para que se tomen medidas de prevención y para que los políticos sepan estar a la altura de las circunstancias ante una crisis como ésta y no vuelvan a dar la espalda a la gente afectada que ayer les acusó con rabia.