Parece que mayo es el mes de referencia para las progresivas réplicas que el terremoto sociopolítico español comenzó con aquel anuncio de José Luis Rodríguez Zapatero el 12 de mayo de 2010; casi justo un año después, el 15 de mayo de 2011, España salió masivamente a las calles para decirle al bipartidismo que su cuenta atrás había comenzado; el 25 de mayo de 2014, un partido entonces desconocido llamado Podemos rompía el sistema político español; el próximo domingo 21 de mayo, la histórica crisis del PSOE se ‘resolverá’ provisionalmente dejando tras de sí los penúltimos efectos de un terremoto político y social que aún conservará durante mucho tiempo su capacidad destructiva.

A riesgo de repetir algo que haya escrito en este mismo espacio, me siento en la obligación de afirmar que el seísmo político español está aún lejos de ofrecernos su definitivo y contundente movimiento tectónico de placas. Cuando eso ocurra, la célebre frase de Alfonso Guerra, ‘A España no la va a conocer ni la madre que la parió’, se va a hacer realidad, por fin, medio siglo después. Sea cual sea el resultado del proceso de elección a la Secretaría General del PSOE, el próximo 21 de mayo España habrá vuelto a temblar políticamente, por cuarta vez y en un mes de mayo, en un grado y profundidad que quizá nos sorprenda incluso a los mejor informados sobre la realidad socialista.

Las distintas metamorfosis, de muy diferente naturaleza, vividas por la familia socialista europea durante los últimos años, en países como Grecia, Francia o Portugal, muestran a las claras que la socialdemocracia se ha convertido en el epicentro de todos los seísmos que forman parte del gran terremoto político mundial del que aún quedan por vivir fuertes y dramáticas réplicas.

Fíjense si es relevante el asunto que incluso en EEUU, uno de los países donde el eje derecha/izquierda es menos determinante en la composición del mapa electoral, la figura del izquierdista Bernie Sanders fue muy influyente en el proceso de primarias del partido demócrata que perdió ante Hillary Clinton. No solo porque expuso un programa político muy a la izquierda de lo que nadie defendía en EEUU desde hacía décadas, sino porque su participación polarizó el voto en el eje prosistema/antisistema hasta tal punto que muchos de sus votantes prefirieron finalmente a Donald Trump antes que a Clinton, decantando la balanza hacia el lado republicano, en uno de los signos más específicos de hasta qué extremo las coordenadas electorales se han visto modificadas en todo el mundo occidental tras el impacto de la crisis económica de 2008.

Lo que pocos nos atrevíamos a afirmar hace años, y es que estábamos ante un proceso de cambio mundial de enorme calado e imprevisibles consecuencias, es ahora un dogma en todos los análisis políticos. Quién sabe si el azar o algún extraño designio proveniente de la sincronicidad que tanto fascinaba a Carl Gustav Jung, podría colocar el mes de mayo de 2018, cuando se cumplirá medio siglo del histórico mayo del 68, en el punto exacto donde se desate el cataclismo final.

Empleo una metáfora que tiene que ver con la destrucción, la del terremoto, porque no cabe duda ya de que el nuevo orden construido en las próximas décadas será, con suerte, sobre las ruinas del existente hoy. Si alguna certeza existe sobre el resultado de las primarias en el PSOE que conoceremos en menos de una semana es ese: cualquier transformación del partido tendrá que ver con dejarlo en ruinas o con reconstruir sobre las ruinas. Es algo evidente para cualquier observador atento, desde dentro o desde fuera de la organización.

Las ruinas del socialismo español que son las ruinas de la socialdemocracia europea y, en realidad, de la izquierda mundial. Si algo veremos con nitidez tras el 21 de mayo de 2017 es un síntoma más de que la izquierda debe ser redefinida a modo de refundación y que, aunque tiene por supuesto especificidades nacionales, apunta en todo el mundo a la necesidad de un relevo generacional urgente, de una gran transformación en los procedimientos democráticos, de la profundización en sus raíces y de la radical actualización de sus formulaciones electorales. Solo entendiéndolo así se podrá interpretar con acierto que esto no va de candidaturas, sino de un momento histórico que marcará contundentemente el futuro de nuestro país y más allá de nuestras fronteras.