TPtoco a poco el año va avanzando, hay momentos que parece que los días se alargan, otras veces, los meses se suceden con rapidez inusitada. Así nos encontramos ya muy cerca de Semana Santa, la Cuaresma camina paso a paso y entra en su recta final. Cuando lleguen los días sagrados toda España va a entrar en momentos de tensión espiritual que se traduce en los desfiles procesionales, que desde el pueblo más pequeño hasta la moderna capital llenarán calles y plazas. Serán días de meditación para muchos, de simple asueto y descanso para otros, pero será difícil escapar al influjo de las procesiones, algo llega de su fuerza, de su arte, de su tremenda vivencia. Cáceres está en ello, las reuniones, las horas de trabajo e ilusión de los cofrades están llegando a su culmen, enseguida se oirá el acompasado ruido que marcan llevando el paso, la saeta desgarrada, lanzada al cielo en busca del Crucificado, pies descalzos por promesa, tambores y sones de trompeta que llegan al corazón, flores, velas... y la gente viendo pasar a María que llora la muerte del Hijo. Cáceres se transforma en esos días en Jerusalén, hasta aquí llega el rocío del Huerto de los Olivos, el patio romano donde flagelan al Cristo y el Calvario donde es clavado en cruz. Por la noche sale un paso --entre el frío, la oscuridad y el silencio-- por la parte antigua y se estremece el corazón; se calla la gente, el turista y el mundo. Cáceres, Semana Santa.

*Sociólogo