Periodista

Nada es como antes y ni siquiera el semen humano es de la cualidad de otros tiempos. Estamos en una pendiente que nos llevará a un desenlace fatal. Cada vez nacen menos niños y buena culpa es de un esperma que está lejos de ser como el de nuestros abuelos.

No es la intención del columnista entonar un canto nostálgico al pasado. Las anteriores afirmaciones se basan en comprobaciones científicas. Sólo hay que observar una gotita de semen en el microscopio. Los espermatozoides son pocos y ya no aparecen tan vivarachos como antes se les veía. Con aquellos bichitos, la germinación estaba asegurada. Los de ahora parece que estén atontados y, con una materia prima tan defectuosa, mal funcionará el asunto de la natalidad y la procreación, que tanto preocupa a los poderes públicos.

Con el estudio hecho el año pasado en Tarragona y el que se ha iniciado en Barcelona, se tiene casi la certeza de que el esperma catalán es un desastre. Parece que le hayan añadido agua. Pero se abriga la sospecha de que no es mejor el del resto de España y así comenzará un estudio por diversos puntos, empezando por A Coruña. Los resultados podrían poner al descubierto un problema gravísimo y, como vivimos en momentos de politización de todas las cuestiones, uno plantea ya la necesidad de un pacto de Estado para que las fuerzas políticas no aprovechen el deterioro del líquido de la vida para echarse los espermatozoides por la cabeza.

Sería lamentable que el PP acusara al PSOE de la pérdida de calidad del semen y que los socialistas culparan a los populares, pues nada extraño se había observado en sus años de gobierno. Aunque, bien mirado, un debate sobre los espermatozoides no dejaría de tener su interés.