Se había despertado alrededor de las nueve sin prisas, hoy tampoco, pues hasta las once no tenía comisión, una de las cuatro a las que pertenecía, aunque en ese momento en la cama, no recordaba exactamente si era la de cultura, infraestructuras, industria o medio ambiente, más tarde ya en la sala de comisiones, le echaría un vistazo al orden del día, por si tenía que intervenir. Ahora, se estaba desperezando y se estiraba entre las sábanas, recordando vagamente la hora a la que se acostó.

La noche se había prolongado, una vez más, y después de la cena y las inevitables conversaciones sobre la crisis ¡qué coñazo!, vinieron las copas y la posibilidad de que alguna nueva y joven señoría cayera en sus brazos. Tras prodigar sus encantos y experiencia parlamentaria, había posibilidades y no sería la primera. Ya iban siendo varias legislaturas y, aunque peinaba canas y barriguita cervecera, tenía ese atractivo que guarda quien controla su cuota de poder en el partido, influye en el reparto de las comisiones que más reuniones y dinero dejan y podía recomendar a alguien la entrada en algún consejo de caja de ahorros, sociedad o entidad de las que proporcionan buenas influencias, información, regalos y futuro. La legislatura era larga y la estrategia no le había fallado nunca.

XSONRIENDOx, al acordarse de su compañera de escaño y noches, una devorahombres, saltó del lecho hacia la tibieza de la ducha-masaje. En el baño permaneció acicalándose el tiempo necesario, con calma y cuidándose como él sabía. Luego, un buen traje, camisa inglesa y corbata italiana, acompañaron a sus complementos de marca, desde los gemelos a los zapatos. Solo restaba pinchar algún escudito autonómico, alfiler europeo, insignia parlamentaria, cualquier cosita que le distinguiera, aunque de lo que más orgulloso estaba últimamente era de un reloj de acero y oro, regalo de una corporación de la que formaba parte como representante de la cámara, no lo superaba ni siquiera su móvil de última generación.

Acabada la comisión, apenas media hora, sumó mentalmente el dinero que llevaba acumulado este mes y se sintió muy satisfecho pues además habría plenos. Como había desayunado en la cafetería de la cámara, tomó otro café, esta vez sin zumo, sándwiches o bollería, solo unas pastas francesas, hasta empalmar con las cañitas y vinos del mediodía. Comer, lo haría con unos compañeros de partido que habían venido de provincias, cómo le respetaban y envidiaban. Escuchaban atentos sus palabras y él hablaba muy bien y era un estratega político de primer orden, ahí estaba su paso por ayuntamiento, diputación, senado, el partido, siempre en ascenso y agarrado a quienes mandaban. Era feliz.

Su labor le había llevado a intervenir en oposición y gobierno, haciendo de este país un espacio mejor, contribuyendo al bienestar, siempre preocupado por poder seguir en la brecha de su escaño, ese que le proporcionaba varios miles de euros mensuales, sin contar los pasajes y transportes gratuitos, los honorarios y gastos subvencionados por representación, los viajes al extranjero, cada vez más frecuentes, porque el mundo era grande y había que preocuparse por todos, sin olvidar lo que el partido le pasaba como alto cargo, a cambio de su sacrificio y su cuota como militante. Y ahora, tomando un güisqui de malta tras la comida, resultaba que había mucho paro, como cuando ellos gobernaban o como cuando estaba en la oposición, no lo distinguía muy bien, quizás por el humo de su habano.

¡Qué país! Menos mal que allí estaba su señoría, inmune por su inmunidad.