WEwspaña se enfrenta a la peor sequía en mucho tiempo. O quizá, según la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, empieza algo aún peor: un periodo de escasez, propiciado por el cambio climático global, que puede durar años.

Si realmente nos enfrentamos a un problema tan inquietante, las medidas de restricciones temporales no bastan. Deberemos adaptarnos a la nueva realidad de un entorno cada vez mas árido. Asumir una nueva cultura del agua dejará de ser una teoría ecologista o un lema de los movimientos antitrasvase, para convertirse en una práctica colectiva obligatoria. En ese nuevo contexto no cabe multiplicar las hectáreas de cultivos de regadío o los proyectos de campos de golf sin prever si se podrán satisfacer sus necesidades de agua, o seguir contaminando los acuíferos con actividades industriales y ganaderas.

La sequía de este año hidrológico confirma, además, que el trasvase del río Ebro era una solución desfasada y obsoleta. El agua sobrante que debía reencauzarse, según el plan, hacia Valencia y Murcia, sencillamente no existirá. Tal como lo plantea el nuevo plan hidrológico, la única solución pasa por ahorrar, depurar y, si es necesario, desalar.