TPtara ser ecologista no sólo basta con hablar mucho sobre la manera de solucionar el problema del cambio climático y el calentamiento global, y culpar de la contaminación a las chimeneas de las grandes fábricas. También implica depositar la basura casera en distintas bolsas para separar los residuos reciclables del resto, no verter el aceite de freír usado por el fregadero o no tirar el periódico a la papelera todos los días. No ir a todas partes en coche particular y usar los pies o el autobús urbano. No tener conectado el aire acondicionado todo el día en verano, ni toda la vivienda iluminada en invierno. Regar lo imprescindible el césped de los jardines de la casa y no tener la piscina siempre llena y el coche siempre limpio, sobre todo cuando los pantanos están a menos de un cuarenta por ciento de su capacidad.

Puede que usted cumpla con todos estos preceptos y sea un ecologista ejemplar, e incluso intente ir más allá y convertirse en un ecologista en acción de los que puedan llegar a desesperar a más de un político. Deberá tener verdaderas razones para serlo, ya que también tendrá que echar un pulso al progreso y la mitad de la humanidad se le pondrá en contra porque usted irá contra sus intereses; la otra mitad no sabrá y no contestará; y el resto ignora qué es eso del progreso. Deberá convencer a las constructoras para que no construyan viviendas con piscinas y jardines particulares, a pesar de la demanda; convencer a políticos para que no firmen trazados de autovías que deterioran el paisaje, intentar impedir que se levanten bosques de molinos eólicos que contaminen estéticamente; oponerse a la construcción de nuevas centrales nucleares y al transporte de crudo de petróleo vía marítima. Pero sobre todo, y esto es lo más difícil, deberá presentar alternativas totalmente ecológicas para producir la energía necesaria que satisfaga la demanda de una mitad de la humanidad que no está dispuesta a renunciar a su actual estado de progreso.