De nuevo el protagonismo para la Iglesia. No se conforman con ser unos privilegiados, a los que se les conceden lugares donde reunirse con sus feligreses y llevar a cabo su doctrina, que tienen además que ocupar páginas de medios escritos y pantallas de televisión para erguirse en dictadores de las mujeres, a quienes tratan como objetos dependientes de sus parejas, y a las que asignan papeles antes de su nacimiento. Como si las mujeres naciésemos carentes de todo derecho recogido afortunadamente en una Carta Magna, aprobada por hombres y mujeres cada vez más convencidos de que no puede quedarse en teoría. A estos predicadores del mal les trae sin cuidado la ley y por eso la obvian y se encargan de difundir y fomentar lo que ellos consideran normal, que no es otra cosa que más desigualdad.

No debemos tolerar tanta soberbia de personas que se llaman herederos de la palabra de Dios, cuyo argumento es utilizado para lavar sus conciencias. No tienen bastante con ocupar nuestros colegios, enseñando a nuestros hijos esa doctrina rancia y arcaica, dotarles de lugares donde reunirse en cada barrio, con recursos más que suficientes con los que se podrían dar viviendas a cuantos necesitados existen en nuestro país; que son muchos a los que lo que les sobran son sermones cargados de hipocresía y palabrería barata. Más vale que se ocupen de los pobres, en vez de perder el tiempo en participar en la vida pública y política. Por otra parte, si quieren entrar a formar parte activa, que no se escuden en la sotana para llevar a cabo estas injusticias que hacen que nos sublevemos las mujeres y los gays, a quienes también les niegan el derecho a casarse, y a tener hijos como cualquier otra pareja que lo desee. Y puestos a hablar de casamiento, a muchas de las parejas que deciden libremente casarse por la iglesia les tenían que estar agradecidos, porque cada vez hay más alternativas sin tener que pagar por ello. Y hay dos ejemplos claros de la ciudad de Badajoz: quien decida casarse en la parroquia de la Soledad debe pagar por ello la friolera de 150 euros, y si tienen el atrevimiento de unirse en matrimonio en la catedral, la cifra sube a 300 euros. ¿Irá este dinero a los pobres, o será para enriquecer aún más tanto un sitio como el otro?

Ya va siendo hora de que el Estado ponga remedio, que ninguna confesión religiosa tenga carácter estatal, y menos ésta que recibe subvenciones, y cuyos principios ponen en peligro y fomentan la desigualdad de nuestra sociedad.

*Responsable de Políticas para la Igualdad del PSOE de Badajoz